Opinión | 360 grados

La compra de Twitter por Musk ahuyenta a los progresistas

La compra de Twitter por el hombre más rico del mundo, Elon Musk, ha servido de momento para ahuyentar de esa red social a liberales y progresistas de Estados Unidos.

Según un análisis del medio independiente de periodismo de investigación ProPublica, esa polémica operación multimillonario ha atraído en cambio a republicanos y conservadores.

Quienes más seguidores han ganado — más de 300.000 en cada caso— han sido la representante por Georgia y teórica de la conspiración Marjorie Taylor Greene, admiradora del expresidente Donald Trump, y su compañero por Ohio, el también ultraconservador Jim Jordan.

Por el contrario, han perdido últimamente más de cien mil seguidores en esa plataforma dos ex aspirantes demócratas a la Casa Blanca, ambos pertenecientes al sector más progresista del partido: el senador por Vermont Bernie Sanders y la también senadora por Massachusetts Elizabeth Warren.

Para el diario The Washington Post, todo ello indica que los progresistas de aquel país rehúyen cada vez más esa red social, algo que tiene también que ver, entre otras cosas, con el hecho de que su comprador haya vetado a algún periodista de izquierdas que denunció la presencia de ultras en el bochornoso asalto al Capitolio de Washington.

A pesar de que el propio Musk se dice políticamente neutral, parece desmentirlo su comportamiento: el surafricano, a quien se le calcula una fortuna de unos 191 millones de dólares, animó, por ejemplo, a sus seguidores a votar al Partido Republicano en las últimas elecciones de mitad de mandato en EEUU.

También ha hecho importantes donaciones a los republicanos y recurrido a Twitter para difundir mentiras sobre los supuestos móviles del individuo de extrema derecha que entró en la casa de la ex presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi y, al no encontrarla, agredió físicamente a su marido.

Su estilo de gestión al frente de las empresas por él fundadas se caracteriza, según sus muchos críticos, por una abierta hostilidad a los sindicatos, a los movimientos antirraciales y a la justicia social.

Una excepción parece ser su expulsión del rapero estadounidense Kanye West después de que éste publicara una imagen en la que aparecían entrelazadas la esvástica nazi y la estrella de David del Estado judío.

Musk ha dicho en público que ayudará a que Trump, político racista donde los haya, recupere la Casa Blanca, que le arrebató con dificultad su rival demócrata Joe Biden sin que le parezca importarle lo más mínimo el papel del primero en el asalto de una turba enloquecida al Capitolio.

Además ha vuelto a abrir las puertas de Twitter a personajes tan polémicos como el psicólogo ultraconservador canadiense Jordan Peterson, que ve en el ascenso de Trump y de algunos políticos ultras europeos una reacción natural al impulso por “feminizar a los hombres” que atribuye a la izquierda.

Twitter suspendió el pasado junio la cuenta de Peterson, que tenía cerca de tres millones de seguidores, después de que afirmara en ella que un “médico criminal” había extirpado los senos del actor trans Elliot Page.

Según el columnista del canal de televisión estadounidense MSNBC Zeesham Aleem, Musk comparte la profunda animadversión del Partido Republicano a los trabajadores sindicados, a los impuestos a las transnacionales ya los multimillonarios como él y a cualquier intento de regulación empresarial.

Y es además una persona tremendamente autoritaria que no consiente que nadie le contradiga. Después de esto, ¿a alguien le dan ganas de seguir utilizando Twitter?

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