Opinión | Al azar

El gran triunfo de la selección

La selección española ha logrado un triunfo espectacular, que debe brillar con letras de oro en los balances de este año decaído. El equipo patrio no era favorito, otros conjuntos nacionales presentaban plantillas de muy poderoso pedigrí. Pese a ello, España se impuso a los pronósticos, para alzarse con la medalla de oro en el Eurobasket hace solo un par de meses. Tras el torneo continental, los hermanos Hernangómez que fueron claves en la victoria final recuperaron su condición de parias de la NBA. En cuanto a los internacionales de la canasta con plaza en ACB, también se sumieron en su papel de comparsas.

Puede afirmarse sin vacilar que la selección de baloncesto era más modesta o mediocre que la de fútbol. Y si en Qatar pelean Messi o Mbappé, en el Eurobasket se concentraban Antetokounmpo o Doncic. La selección de baloncesto no era candidata ni a cuartos, y se llevó el trofeo. La de fútbol apenas sobrevivió a la fase de grupos, y es lícito discutir que lo hiciera, pero la hipótesis de su título mundial todavía se baraja con apariencia de seriedad después de la eliminación. ¿Por qué se supera a sí mismo un equipo nacional sin expectativas, y se hunde otro inflado artificialmente? La respuesta está muy clara, porque Scariolo superó en inteligencia a Luis Enrique, que en la rueda de prensa posterior a su erradicación no sabía el nombre del jugador marroquí que le había asombrado.

Scariolo mantuvo el timón sin descomponerse ni incendiar falsas polémicas. Concedió el liderazgo a unos jugadores limitados, que se superaron ante el estímulo. En cambio, Luis Enrique apadrinaba una selección de un solo hombre, sí mismo. A cada reproche por su tediosa exhibición en octavos, solo le falta replicar que “si yo hubiera estado en el campo”. Míster Yomimecomigo debería aprender de técnicos sobrios pero de trayectoria espectacular como Ancelotti, que descarga el protagonismo en su plantilla a la mínima oportunidad. El exseleccionador español insultó el martes a un periodista: “¿Tú has visto el partido?, ¿te has sentado de espaldas?”. Qué extraordinaria transposición freudiana, el exseleccionador tan absorto en sí mismo que ve los partidos de espaldas.

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