Opinión | El trasluz

Quimera y realidad

Hay animales, como el delfín, que duermen con un solo lado del cerebro mientras que con el otro se mantienen atentos a los peligros del océano. Si aparece un depredador, la mitad despierta avisa a la mitad dormida y se sigue el protocolo. En la naturaleza, como en los servicios de urgencia hospitalarios, hay protocolos que pocos individuos, humanos o no, se atreven a desobedecer. Algunas noches, tras meterme en la cama, me viene a la cabeza la imagen del cetáceo detenido entre dos aguas, soñando con uno de sus hemisferios y vigilando el entorno con el otro. Lo veo ahí, oscuro, casi negro, completamente mamífero, como usted y como yo. Me pregunto si su parte despierta observa a su parte dormida con la extrañeza con la que yo observo mi mano cuando, debido a una postura incorrecta, pierde la sensibilidad. Es mi mano, pero parece un trozo de madera. La toco y no siente (no siento) nada, pero continúa pesándome en el extremo del brazo como una prótesis de silicona o de algún otro material parecido a la carne.

¿Podrá registrar el delfín despierto los sueños del delfín dormido? ¿Viven en compartimentos estancos o poseen una frontera porosa por la que algunos materiales oníricos se cuelan en el mundo de la vigilia y viceversa? Con estas imágenes y con estos pensamientos voy entrando yo mismo en el sueño. Disfruto mucho de esos instantes, previos a la caída, en los que una porción de mí empieza a desertar de los afanes diurnos, aunque sin perder del todo el contacto con la vigilia. Mi yo consciente y mi yo inconsciente navegan juntos durante algunos instantes por los extraños parajes situados en los límites de unos lugares híbridos, alucinantes, para hundirme enseguida en las nieblas nocturnas de las que no regresaré hasta que suene el despertador.

También en ocasiones imagino que los seres humanos pudiéramos, como los delfines, disfrutar (o sufrir quizá) al mismo tiempo de la experiencia de permanecer dormidos y despiertos a la vez. Iríamos en el metro o en el autobús con una parte de nosotros atenta a los carteristas, mientras que con la otra correríamos las aventuras alucinógenas propias del que duerme. Tal vez, pienso, fuera mi parte despierta la que le robara la cartera a mi parte dormida. Es posible que los materiales de la vigilia estén articulados con la argamasa de los desvaríos nocturnos. Somos una extraña aleación de quimera y realidad.

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