Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Ay, las dobles varas de medir

¿Qué tal están? ¿Les han traído muchas cosas los Reyes, el Apalpador, Santa Claus, Papá Noel o San Nicolás? O, quizá... ¿ha sido el Olentzero? ¿O han golpeado ustedes el Tió... ? En fin, que ya ven que hay muchas posibilidades allá donde la imaginación y la ilusión generan magia... Yo ya compartí con ustedes hace unos días mi lista de deseos para 2023. Luego mandé la carta y, ahora, a ver qué pasa... Lo malo de pedir cosas no tangibles, físicas y comprables es que nunca se sabe si los Magos te las han traído o no. No te las encuentras debajo del árbol o en el calcetín... Entonces habrá que seguir atentos al día a día, para ver si avanzamos en esa concordia, paz, armonía, empatía y honestidad que en la carta solicitábamos, o en la enorme cantidad de consensos necesarios —que también pedíamos— para edificar una sociedad más sólida, vivible y solidaria.

Pues ya les iré contando. Y, mientras tanto, hoy nos metemos con otro asunto que también está relacionado con aquello de qué modelo de sociedad queremos y, sobre todo, con qué estamos dispuestos a asumir, y qué no, para llegar a ella. Inspira estas líneas la noticia de que, ante la mudanza a Arabia Saudí de una estrella del fútbol, las autoridades de ese país “harán la vista gorda” para que el aludido y su pareja —chica— puedan vivir juntos a pesar de no estar formalmente casados. ¿Entienden ahora el titular del artículo? Ay, las dobles varas de medir... Porque “haberlas, haylas”, no tengan duda...

Y, obviamente, cuando digo esto lo que quiero es poner el foco en las dificultades de muchas personas, nacionales de tales estrictos países en supuestas cuestiones de moral pública, para salir adelante en su día a día. Para sobrevivir, en muchos casos. Porque si esto mismo —vivir juntos bajo un mismo techo, sin estar casados— lo hubiesen planeado un chico y una chica oriundos de tal Estado, hubieran salido muy mal parados. Y no les cuento ya si los ciudadanos en cuestión hubiesen sido eso mismo, ciudadanos, o sea dos chicos. O, mucho peor aún, ciudadanas las dos, dos chicas. Entonces sí que la cosa hubiese derivado incluso en tragedia.

Miren, no podemos quedarnos callados. Cuando se conculcan los derechos humanos, es preciso dar un mensaje unitario, claro y sencillo. No vale el traslucir un mensaje subliminal de “qué comprensivos y qué majos son por allá, que a Fulano, Mengano o Perengano no le tendrán en cuenta que, para ellos, vive en pecado”. Creo que hay que ser estrictos en nuestra crónica de la realidad, y explicar que cuando quien está detrás es una muy poderosa industria (y la del fútbol lo es) entonces incluso en Arabia Saudí practican aquello que expresaban de forma genial los Hermanos Marx, ¿se acuerdan? “Tengo unos valores muy sólidos, pero puedo cambiarlos cuando usted quiera”.

Y, ojo, no se trata de que reivindique yo —por Dios— que los guardianes de la moral en cuestión permanezcan firmes en sus caducos, poco empáticos y claramente discriminatorios hacia la mujer valores. Todo lo contrario. Lo que quiero es expresar que debemos denunciar siempre, en cualquier caso, la tragedia humana que se vive en tales latitudes por la pervivencia de formas de gobierno, de organización social y de concepción de la moral pública que atentan, directamente, contra los derechos humanos más elementales. Sucede en ese país y también en otros que han estado últimamente muy en el candelero —y también por el fútbol— y que, una vez más, han pretendido tapar con dinero lo que no es más que un decadente estilo de vida y una más decadente imposición de pretendidos contenidos morales de dudosa ética.

Pero Occidente, cuando quiere, juega al son que le tocan. A pesar de pontificar lo contrario, lo hace cuando el coste en petrodólares de la ética puede salir caro en la cuenta de resultados. Lo practica institucionalmente, desde los gobiernos e instituciones multilaterales, y pretenden hacerlo también sectores muy relevantes de su sociedad. Pero no, no puede ser así. Debemos ser rotundos en la defensa de los derechos humanos y, cuando se atenta contra ellos, al menos ser conscientes de ello y no caer en derivas interesadas y bien planificadas de blanqueo. En muchos países se sigue maltratando, encarcelando, vejando, lastimando y hasta matando a personas por cuestiones que no son de recibo. ¿Que quiere usted practicar uno u otro credo, que le conmina a vivir de cierta manera? Pues allá usted mismo y su mecanismo pero, por favor, respete la voluntad del otro de escoger un credo diferente o ninguno, y de vivir con quien quiera y como quiera mientras respete a los demás. Ese es el nudo gordiano de la cuestión, y ese es el faro que a mí me ilumina. Porque esas visiones mesiánicas y totalitarias, y esa defensa a ultranza de muy cuestionables formas de vida basadas en la imposición absoluta a los demás, deben ser desterradas definitivamente en el siglo XXI. Y desde luego, mientras no se puede, no se les puede jalear, coqueteando con ellas mientras suelten dinero.

Que este jugador de fútbol haya decidido meterse allí es cosa suya. Pero, por favor, que no nos cuenten cuentos a partir de la excepción. Una excepción que, en este caso más que nunca, confirma la regla. Una absurda, arbitraria e impuesta regla que cercena derechos... Y sigue matando.