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La tregua del roscón de Reyes

Al final, el Alto Tribunal se ha renovado, pero siguen sin acatarse las reglas constitucionales más elementales

Los franceses hablan de “la treve des confiseurs” (la tregua de los confiteros) que reina entre Navidad y Año Nuevo y suele comportar la reducción de muchas tensiones. En España podemos hablar de la tregua del roscón, porque el descenso de la alta conflictividad se ha extendido hasta Reyes y se ha reforzado por datos económicos que —pese a la gran incertidumbre— han entonado el ambiente.

Hay sombras, claro. El nuevo brote de la pandemia en China no sólo muestra los fallos del régimen de Pekín, sino que es otra amenaza para la economía mundial y puede provocar preocupantes nuevas variantes del virus. Y la tregua de 36 horas de Putin por la Navidad ortodoxa (6 de enero) no indica que la guerra de Ucrania vaya a entrar en una nueva fase. Amenaza con durar, como la de Vietnam, pero nos afecta mucho más directamente.

Aquí la gran conflictividad por la reforma de la sedición, la malversación y la pelea por el control del Consejo del Poder Judicial (CGPJ) y el Tribunal Constitucional (TC), ha perdido virulencia. Y, lo inesperado, al final el Constitucional se ha renovado. Quizás por la carambola de la cesión de los progresistas y la jugada de poker de los conservadores del CGPG. Así ya han tomado posesión los nuevos cuatro magistrados que decantan el TC hacia una mayoría progresista y la próxima semana se elegirá al nuevo presidente. ¿Será Cándido Conde Pumpido? Está por ver, pero sí ha terminado la grave anormalidad en una institución clave de la democracia.

Pero no nos engañemos, el gran problema de fondo —la reiterada negativa del PP a la renovación constitucional del CGPJ y las torpes maniobras de Sánchez contra el bloqueo— sigue al rojo vivo. Los dos grandes partidos pueden —e incluso deben— chocar con fuerza en asuntos relevantes. Feijóo tiene todo el derecho a atacar la reforma de la sedición y a querer cambiar —pese a que Aznar y Rajoy no lo hicieron con mayoría absoluta— el sistema de elección de los miembros del CGPJ. Pero eso no justifica en absoluto bloquear la obligada renovación constitucional del CGPJ que lleva ya cuatro años de demora. Y Sánchez acierta al calificar al bloqueo de indecente, no al maniobrar por la puerta de detrás.

Actuar así no es un combate político, sino una tortura continua a la Constitución que da cuerda a quienes quieren liquidarla. Grave porque es la única norma de convivencia de los ciudadanos que —lo deseen o no— son españoles. ¿La derecha, que tanto exalta la Constitución, la incumple con pretextos varios cuando no tiene mayoría? Pregunta inquietante.

La tregua también ha traído datos alentadores. El disparo de la inflación —que en España llegó en julio a un aterrador 10,8%— es una grave amenaza al bienestar social. En diciembre ha caído al 6,8% (cuatro puntos menos). La inflación sigue alta (y la subyacente no está domada), pero parece que el pico ya se ha superado. Y no sólo en España. En Alemania ha caído del 11,3% de noviembre al 9,6% y en Francia del 7,1% al 6,7%. La media de la zona euro ya no está en los dos dígitos, sino en un 9,2%. Es un primer paso, necesario pero insuficiente, para que el BCE pueda repensar la intensidad y el ritmo de la subida de los intereses.

Y en Alemania, la primera economía europea y la más amenazada por el corte del suministro de gas ruso, se ha pasado del temor al Apocalipsis de la primavera a una cauta esperanza. El famoso índice PMI de la UE, que por debajo de 50 apunta a recesión, se ha recuperado algo y en diciembre está en 49,3 (49,9 en España). Por eso el director del índice, Joe Hayes, dice que “datos en mano, la contracción puede ser más leve de lo previsto”. Y en Alemania (también en España), el número de empleos es el más alto en muchos años (45,6 millones allí y 20,3 aquí). La diferencia es que la tasa de paro alemana es del 3,5% y la nuestra aún está en el vergonzoso 12%. ¡Gran asignatura pendiente!

En Berlín el clima ha mejorado. Se temía lo peor de lo peor y ahora el ministro de Economía, el liberal Christian Lindner, acaba de escribir en el Financial Times que “la sociedad y la industria alemana han sido otra vez más resilientes de lo que muchos temían”. Y como dice es una gran noticia porque Alemania es la locomotora de Europa.

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