Opinión

Las alarmas de la violencia machista

Si una mujer retira una denuncia contra un hombre por violencia de género deberían encenderse todas las alarmas, y no apagarse, como ocurre en la práctica. ¿Por qué una víctima retira la denuncia contra su agresor, por qué no declara contra él? ¿Por qué niega sus propias acusaciones previas y a menudo le exculpa? Por miedo, porque no es capaz de ver el riesgo que corre (ella y sus hijos); porque cree que será mucho peor denunciarle; porque no confía en que el sistema que debería protegerla lo haga; porque no se atreve a mantener la denuncia; porque se siente tan sola y está tan desorientada por la violencia que sufre que no ve ninguna salida; porque ha entrado en una espiral diabólica en la que ve el mundo con la lógica y la mirada del agresor y por tanto cree lo que él le dice, que nadie la va a hacer caso, que ella tiene la culpa, que ella se lo ha buscado... por estas y otras muchas razones, las mujeres retiran las denuncias o ni siquiera llegan a ponerlas. En esos casos la protección se debería reforzar, y no al revés, porque corren grave peligro, al igual que cuando deciden separarse. Todos los profesionales que tratan con víctimas de violencia de género (empezando por los jueces que otorgan o anulan las órdenes de protección) deberían alarmarse, y mucho, cuando ellas retiran las denuncias o renuncian a declarar contra ellos. Es evidente que el sistema no sirve para proteger a las mujeres (y sus hijos) ni para disuadir o contener a los agresores, que saltan de una víctima a otra con impunidad. La situación es crítica y requiere medidas urgentes contra estos hombres que matan y agreden. Y ayuda de verdad para las mujeres: no más muros contra los que abrirse la cabeza.

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