Opinión | La espiral de la libreta

Enrique, Froilán y el gran teatro del mundo

Parece que Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón, cuarto en la línea sucesoria al reino de España, se larga a Abu Dabi con el yayo emérito, al tiempo que Enrique, quinto recambio en la cola al trono británico, ha logrado vender 400.000 ejemplares del libro autobiográfico En la sombra (Plaza & Janés) en solo las primeras 24 horas del lanzamiento. Si se confirma la primicia de la revista Lecturas, Froilán (o su infanta madre) habría decidido poner tierra de por medio, en el trastero de los Emiratos, después de su implicación en varios líos, incluida una reyerta con navajas en la puerta de una discoteca de Madrid. Mientras, el duque de Sussex, transmutado en una especie de conde de Montecristo, ha macerado en su alambique una copa de cianuro espumoso contra los royals desde su exilio dorado en California. Tal para cual, tanto monta, monta tanto, Enrique o Froilán, dos jóvenes de sangre azul agobiados por el tábano cojonero de la prensa rosa y, sobre todo, por el papel que les ha tocado en suerte: actores de reparto.

Enrique, Froilán y el gran teatro del mundo

Enrique, Froilán y el gran teatro del mundo / Olga Merino

‘Spare’

Picoteando reseñas y comentarios de aquí y de allá, el libro parece rezumar bastante resentimiento, un rencor que asoma en el título original: Spare; esto es, “recambio”. Spare es, en inglés, el neumático de repuesto que viaja en el maletero, pero también adolece de un matiz descendente en otras expresiones: lo sobrero, lo que a nadie importa, la quincalla, lo que acabas haciendo a desgana. Un mendigo en Whitechapel pedirá una moneda spare. También lo es el duplicado de llaves que guarda el vecino, así como la habitación donde dormirá el huésped inesperado en una cama plegable. La frase “quiero hablar contigo cuando tengas un spare minute” encierra una carga de dinamita por no haber prestado casito. Eso les pasa a Enrique, el pelirrojo díscolo, segundón de su hermano Guillermo, y a Froilán, legatario de la nada. Jóvenes, cargados de pasta, sin mucho quehacer y bajo la tiranía del foco mediático, para no llevarse luego un mendrugo de posteridad.

Orfandad

A Enrique lo redime haber perdido a su madre de forma trágica a los 12 años. ¿Se supera semejante trauma? No parece darse cuenta de que anda metido en un espectáculo, en un juego de representaciones donde también participa el papel couché, en una pieza teatral con todos los ingredientes para fascinar al gran público: adulterio, el príncipe viudo, la madrastra, el enfrentamiento shakesperiano de los hermanos... O lo tomas o te largas sin hacer ruido. Con su libro, Enrique está dando solomillo de primera a la prensa que tanto odia, la que tanto daño le ha hecho.

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