Opinión | LA PELOTA NO SE MANCHA

El técnico que no se mueve no sale en la foto

Óscar Cano controla una pelota en un entrenamiento de Riazor con Retu en primer plano. |  // CARLOS PARDELLAS

Óscar Cano controla una pelota en un entrenamiento de Riazor con Retu en primer plano. | // CARLOS PARDELLAS / Carlos Miranda

Lleva Óscar Cano, desde que pisó A Coruña, queriendo salir en la foto del ascenso. Y, ¿quién no querría? Para eso lo ficharon. Nada más subirse en marcha a ese coche de alta gama que es el Dépor en Primera Federación, se dio cuenta de que tenía el depósito en la reserva y de que le iba a tocar circular por una carretera llena de peligros. Había que ir con cuidado, equivocarse casi nada y tomar las decisiones justas pero incisivas para que no saltase todo por los aires, para no acabar en una cuneta tras la primera curva. Poco a poco fue optando por un jugador u otro, por defender o atacar según sus gustos y según lo que tenía entre manos. Pocas y certeras determinaciones, las justas, firmes. Escalonar mejor al equipo para que se cubriese en condiciones, potenciar el juego interior para que aflorasen ciertas cualidades de la plantilla... Se fue aferrando a cuatro ideas que convirtieron al Dépor en un mejor equipo, pero que al final también le acabaron maniatando. No fue más allá, no quiso vivir más allá de cada domingo. Con la gente de confianza. Todo a corto plazo, el medio ni existía. Porque no se podía equivocar, porque no se lo podía permitir. Y así acabó encomendándose a 13 jugadores, así enterró a la cantera hasta que dispusiese de un margen que nunca va a tener, así parapetó a su equipo sin bandas y sin cambios en Alcorcón... Tan poco quiso moverse que se acabó deteniendo, se quedó sin cintura. Y ese inmovilismo es el que condenó al Dépor en Santo Domingo a un derrota dolorosa a la par que justa y es el que le ha llevado a tener cada día menos y menos plantilla. Sin apenas moverse, sin aportar soluciones... Así no va a salir nadie en la foto. Ni él ni nadie.

A base de tocar lo justo, de confiar en trece jugadores, no ofreció soluciones en banda y con los cambios en Alcorcón

Si se atiende a la matemática, el Dépor de Óscar Cano se encuentra hoy en día en el mismo punto que el Dépor de Borja. A siete puntos. Entonces era el Racing de Ferrol, hoy es el Alcorcón el que se sitúa en esa posición tan anhelada por el deportivismo, la que marca el ascenso directo. El desempeño del equipo sobre el terreno de juego, en cambio, dice que es claramente mejor que hace unos meses, sobre todo, en Riazor. Aún no le llega para establecer ese modo caza que tanto necesita y tanta ansiedad le genera y que se le encasquilla cuando pasa de A Pasaxe. Pero su fútbol, su fortaleza son otros. Esa mejoría serviría, cuando menos, para reivindicar la figura de Óscar Cano como la de un entrenador que ha mantenido en pie al Dépor, a pesar de tomar las riendas de un proyecto que no era el suyo, a pesar de gestionar una plantilla que no estaba confeccionada a su gusto. Pero no. Y, en parte, son las exigencias, sin duda, pero ante todo son sus disparos en el pie cada vez que habla. Las ruedas de prensa están sirviendo para que su afición le entienda aún menos, para que no le encajen sus explicaciones, para añadir lastres a su plantilla tras cada golpe. No se ayuda nada a sí mismo.

El equipo es mejor desde que se sentó en el banquillo de Riazor, pero no se ayuda cada vez que habla o se explica

Y es raro en un entrenador que busca seducir con su palabra y el discurso, que pretende dominar la escena en el vestuario y en el entorno. Un día sobrevalora a su equipo cuando naufraga, otro le atiza cuando tampoco había sido para tanto. Al siguiente dice que gestiona una plantilla con “infinitas posibilidades” y, semanas después, da a entender, en Alcorcón y a lo Toshack, que le sobran un buen puñado de jugadores y por él acudiría con fuerza al mercado. Todo, mientras Raúl Carnero se lleva un toque de atención cuando ni siquiera estaba en la expedición al encontrarse lesionado. Y, claro, sin atisbo de autocrítica. Ahí tampoco hay que moverse.

Fichar no arregla todo

El Dépor irá al mercado. Ningún deportivista ni nadie en el club proyectan una plantilla a 1 de febrero que sea la misma de hoy. Lo necesita y debe hacerlo. Pero todos sus supuestos males, toda esa mejoría que debe producirse en el equipo para que vuelva a estar en la lucha por el ascenso directo, no se encuentran fuera, también deben producirse dentro. Crear valor en lo que ya tienes, que tu jugador sea mejor mañana que hoy. Y no llegará ese crecimiento interno, a pesar de que no le falta razón a Cano en que la plantilla es ciertamente “purista”, si cada día entierra un poco más a los suplentes de este Dépor, si se les infravalora o infrautiliza. A ellos y a titulares como Diego Villares y a Pablo Martínez. El mejor pivote y el mejor central de los últimos meses en el equipo fuera de sitio para no atacar, para defender con problemas en las bandas, para que el equipo presione peor arriba... Mal negocio.

Los fichajes no son esa varita mágica que lo solucionan todo, es necesaria también una mejoría desde dentro

Y que nadie se engañe. El Dépor está en Primera RFEF. No todos los fichajes que lleguen van a ser del nivel de Lucas Pérez. Ese está fuera de categoría. La secretaría técnica puede contratar a jugadores de un perfil diferente para añadir registros al equipo, pero pocos o ninguno van a ser mejores o van a ofrecer ya un rendimiento cualitativamente superior al de Víctor Narro o Trilli, entre otros. Futbolistas por los que se pelearía casi cualquier equipo de la categoría y que al entrenador no le valen para un duelo en Riazor ante un equipo que pelea por salvarse como Unionistas o para quince minutos de un partido abierto en Alcorcón cuando medio equipo se ha quedado sin un pulmón. Toca moverse. Todos. Porque ahora mismo el Dépor está fuera del encuadre de la foto que tanto anhela. ¿Se lo puede volver a permitir?

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