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¿Abascal contra Feijóo?

La semana ha estado marcada por el anuncio de Juan García-Gallardo, de Vox y vicepresidente de la Junta de Castilla y León, de que las mujeres que fueran a abortar tendrían que escuchar antes los latidos del feto. Todo viene de que, tras las elecciones adelantadas de febrero de 2022, el presidente popular Alfonso Fernández Mañueco, sin mayoría absoluta, optó por formar un gobierno de coalición con Vox —el primero en España— que fue muy discutido.

Y ahora Gallardo ha provocado la gran tormenta. De inmediato el Gobierno del PSOE recriminó a la Junta querer incumplir la ley del aborto. Mañueco contestó que no habría ninguna obligatoriedad contraria a la ley. Gallardo y Vox insistieron en que el PP debería cumplir el pacto de gobierno, aunque sin publicar la norma anunciada. Hubo mucho ruido, el PP nacional se enervó por una polémica que le perjudicaba y distraía de las críticas al PSOE por las cesiones a ERC. Sánchez requirió por escrito a la Junta y Mañueco respondió que no había norma ni, por tanto, obligación de contestar. En el PP vieron que Sánchez pasaba de atacado a la ofensiva y se barajó la ruptura del pacto con Vox y elecciones anticipadas en Castilla y León. El director del Abc se lo llegó a pedir a Mañueco para no dañar las expectativas electorales del centroderecha.

La tormenta —hasta ahora es solo eso— ha puesto de relieve que hasta las elecciones los intereses inmediatos del PP y Vox —dos partidos distintos— no solo no son coincidentes, sino incluso contrarios. Por pura lógica matemática. El PP quiere tener el máximo de votos de la derecha para que Vox tenga menos diputados que sus 52 actuales (cuantos menos mejor), y luego gobernar sin ataduras. O con las mínimas. Por el contrario, Vox necesita aumentar sus escaños —incluso a costa del PP— para obligar luego a Feijóo a un Gobierno de coalición con Abascal de vicepresidente. Como en Castilla y León.

Feijóo no puede descuidar los votos de la derecha-derecha para defenderse de Vox y, al mismo tiempo, debe lograr votos centristas que en 2019 fueron al PSOE. No es fácil. E incluso propone que, si el PP es la lista mas votada, el PSOE permita su investidura. Como el PSOE, no el de Sánchez sino el de Javier Fernández y Rubalcaba, acabó haciendo con Rajoy en 2016. Justo lo que ni se planteó Casado con Sánchez en 2019.

Abascal sabe que lo de la lista más votada le dejaría fuera de juego. Su objetivo es que la derecha gane y estar en el Gobierno, pero, aunque no lo pueda decir, cree que si Feijóo pierde tampoco sería el fin del mundo. Quizás entonces el PP entrara en crisis y guerras internas y Vox quedara en una situación de poder dar el sorpasso al PP en las siguientes elecciones. Como Iglesias pensó que Podemos haría con el PSOE en la repetición de 2016 (tras las elecciones de 2015). Muchos entonces creyeron que el PSOE acabaría perdido, como el Pasok griego.

¿Está España fatalmente condicionada por los extremos? En marzo de 2019 Sánchez se quiso librar de Podemos e hizo repetir elecciones. Dijo que con Iglesias en el Gobierno no podría dormir tranquilo. Pero tras las nuevas elecciones se tuvo que rendir. Volvió a ser investido, pero con Iglesias de vicepresidente. Y ahora arrastra las consecuencias. Feijóo no quiere quedar prisionero de Vox cuando forme gobierno si gana, como espera, las elecciones. Pero ahora no duerme tranquilo por la competencia de una derecha extrema que el PP no conoció hasta hace poco.

Los éxitos electorales de Podemos en 2015 y de Vox en 2019 hacen que los extremos están condicionando a los dos partidos principales. Al PSOE en el centroizquierda y al PP en el centroderecha. Y así la política se crispa cada día un podo más. Y quizás no haya otro horizonte. Lo de la lista más votada es una opción complicada y poco probable.

Todavía más cuando Feijóo sostiene que Sánchez, al que se le pediría anteponer los intereses del Estado, quiere enterrar la Constitución y ayudar a los que quieren romper España. Aunque paradójicamente quizás lo diga para huir de la imagen de «derechita cobarde» ante el mundo ultraconservador. El que antes votaba a Aznar, sin rechistar, y a Rajoy porque en aquel tiempo no había otra opción más a la derecha.

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