Opinión

El gran centinela

En 1913 recibió el Premio Nobel de Literatura por su colección de poemas Gitánjali (ofrenda lírica), siendo el primer asiático en obtener dicho galardón. Como introducción a este pequeño libro, el poeta inglés W.B. Yeats escribió: “Estos poemas me han conmovido como ninguna otra cosa en muchos años”. Podemos decir —sin temor a equivocarnos—, que hasta la llegada de Gitánjali en inglés a Europa en 1912 el Viejo Continente permaneció ignorando prácticamente las culturas de Asia. Y en 1914 recibe el título de Caballero del Imperio Británico; pero el 13 de abril de 1919, cuando los ingleses efectuaron una sangrienta represión contra los rebeldes del Penjab en Amritsar y el Ejército mató a 379 personas desarmadas e hirió a otras 2.000 que participaban en una reunión pacífica y unas mil seiscientas balas disparadas causaron mil quinientas dieciséis víctimas, entonces devolvió la condecoración afirmando que no “deseaba ningún honor de un Gobierno que maltrataba a sus ciudadanos”.

Fundó la Universidad “Shantiniketan” (morada de la paz) con sus distintas ramas, ampliándose en 1921 y convirtiéndose en la Universidad Internacional “Visva Bharati” (La voz universal) manteniendo actualmente las enseñanzas del maestro.

Rabindranath fue un hombre de carne y hueso que nos ha dejado una huella profunda en la historia de la Literatura y de la Educación en India. Su abuelo fue el Rajah Dwarkanath Tagore que desempeñó en Europa misiones diplomáticas; su padre fue el Maharishi (Hombre sabio) Debendranath Tagore, admirador del reformador religioso bengalí Ramohun Roy (1772-1883). Pronto se uniría al movimiento de reforma asociado a éste, el Brahmo Samaj. Es difícil hablar de las traducciones en el campo de la poesía en que se conservan tantos de los valores originales de Tagore vertidos al castellano por Zenobia Camprubí Aymar (1887-1956), esposa del poeta Juan Ramón Jiménez (1881-1955), que tiene el mérito de haber traducido gran parte de la obra literaria de Rabindranath en su vertiente narrativa, dramática y lírica. Una labor iniciada en 1915 por Zenobia con la versión española de La Luna Nueva (poemas de niños) y hasta 1937 su trabajo incluiría dieciocho obras del poeta. Para el público hispano los nombres del poeta indio y del poeta español están siempre unidos en la obra de Juan Ramón Jiménez, siendo ésta de gran amplitud. De hecho se sabe que Rabindranath Tagore y su hijo visitarían España y con ellos lo haría Federico García Lorca llegando a los alrededores de Madrid, así como yendo a una fiesta en la Residencia de Estudiantes, pero al final dicho viaje no pudo ser y el poeta bengalí se marchó a Santineketan.

En la Residencia de Estudiantes y en la Residencia de señoritas en donde se reunían intelectuales, escritores y artistas del momento se hizo una presentación intensa de las primeras traducciones de Tagore después de que Zenobia lo pusiera a la atención de Juan Ramón, con la participación del filósofo Ortega y Gasset y el doctor Gregorio Marañón, ambos animados exégetas de la obra de Tagore. Una encuesta realizada en 1927 para el diario madrileño El Sol revela que Tagore se sitúa, por lo que a referencias de lectores se refiere, en el segundo lugar entre los autores extranjeros contemporáneos con un solo voto menos que el escritor francés Anatole France (1844-1924).

Según distintas fuentes ese fue uno de los motivos por los cuales Juan Ramón Jiménez y su esposa se plantearon realizar nuevas versiones de sus antiguas traducciones del poeta bengalí, llegando a publicar varios volúmenes. Y en 1955 la editorial Aguilar publicó un volumen de cerca de 1.300 páginas con el título de la Obra escogida de Rabindranath Tagore y adelantándose al matrimonio Jiménez el novelista asturiano Ramón Pérez de Ayala se ocuparía del poeta en dos artículos publicados por el diario madrileño La Tribuna los días 23 y 29 de agosto de 1913, incluyendo traducciones al español de algunos fragmentos de Gitájanli. José Ortega y Gaset (1883-1955) sucumbió ante la obra del poeta bengalí. Para el filósofo fue el gran descubrimiento y se preocupó por las distintas impresiones que fue dejando en Europa.

Ortega define la religión de Rabindranath como basada en la unicidad de toda la vida, humana o no humana y añadió que estos elementos se entrelazan y llegan a complementarse. La poesía de Tagore, ciertamente la que escribió en los últimos cuarenta años de su vida, podemos considerarla como una expresión brillante y exquisita de la corriente bhakti en la línea de Kabir, el poeta musulmán del siglo XVI. Entre otros nombres, podemos citar a Joao Vicente Biqueira (1886-1924) que siendo profesor en el Instituto Liceo en A Coruña comparaba a Tagore con Castelao (1886-1950). Motivo que dio lugar a una exposición y a una conferencia pronunciada en 1920. Y a este nombre se unirían, entre otros, Antonio Avilés de Taramancos (1935-1992) junto a Octavio Paz, Gabriela Mistral o Cecilia Meireles y también Vicente Risco habla de Tagore, a quien le llamaban “el Tagore gallego”, como se puede apreciar en obras publicadas en donde se viene a titular O nacionalismo kármico de Vicente Risco.

A su muerte en Jorasanko, un siete de agosto de 1941, Juan Ramón Jiménez publicó una de sus mejores composiciones: Cenizas de Rabindranath Tagore.

Estos son algunos de los motivos por los cuales recordamos a una voz universal que cumple ciento sesenta años.