Opinión | Shikamoo, construir en positivo

El frío es un estado mental

Hagan ustedes un pequeño experimento, muy sencillo y clásico. Pongan una de sus manos en una tina con agua fría, y hagan lo propio con la otra, pero esta vez utilizando agua caliente. Permanezcan así unos segundos, para inmediatamente después sumergir ambas manos en agua templada. Simultáneamente percibirán ustedes, entonces, calor y frío. Obviamente será frío en el caso de la mano que viene de la cuba con agua más caliente, mientras que sentirán calor en la que estuvo previamente en agua más fría. Supongo que han realizado esta experiencia alguna vez pero, si no es así, compruébenlo.

Con esto demostramos que podemos sentir a la vez frío y calor como percepción sensorial, cuando la meridiana realidad es que las dos manos estarán a la misma temperatura. Y es que este sistema de percepción, como otros muchos en el cuerpo humano, no está orientado a obtener valores de magnitudes absolutas, sino mediciones relativas. Tenemos sensaciones de calor y de frío, independientemente de cuál sea el valor real de la temperatura y el consiguiente flujo de calor.

Es por todo ello que soy de los que afirman que el frío es un estado mental. Entiéndanme, lo digo de una forma no muy rigurosa, pero sí queriendo incorporar un cierto nivel de implicación del papel del detector en tal proceso de medida. Pero esto, como pueden imaginar, tiene consecuencias de cierto calado. Porque… si este influye en tanto que lo que se miden son variaciones de temperatura, ¿se puede de alguna manera entrenar al organismo para que perciba, en alguna medida, un ambiente más o menos cálido? Miren, yo no les voy a dar una respuesta desde la psicología o la fisiología, pero partiendo de la realidad física expuesta, les diré que creo que sí. Y, de hecho, es lo que llevo haciendo desde pequeñito: abrigándome poco y acostumbrándome a ello. Y me funciona.

Como corolario de ello, entiendan ustedes que si siguen llevando en invierno varias capas de ropa, más adecuadas para los rigores climáticos de Novosibirsk que para el clima templado de la costa atlántica gallega —dulcificado por la Corriente del Golfo— cada vez tendrán más frío. Esa sería la consecuencia de la teoría y también el fruto de lo que he podido percibir, de modo más fenomenológico, al indagar en un entorno amplio al que he ido teniendo acceso en estos años. Si uno se amanta cada vez más, la sensación de frío será cada vez más insoportable, y más aún al ir cumpliendo años. Y, consecuentemente, o la persona se plantea emigrar a un clima más cálido —que siempre es una opción— o lo pasará peor de lo que podría si tuviese otra relación diferente con la ropa.

Lo que hoy parece que empieza a ser superado, y hay muchos profesionales de la sanidad comprometidos en ello, es que el frío no implica enfermedad. Aquel “niño, no te olvides del jersey, que te pondrás malo” se ha quedado atrás, y la sociedad entiende cada vez más que son los patógenos y el contacto con sus vectores los que provocan las enfermedades. El frío puede hacer que seamos más vulnerables en determinadas situaciones, y en otras en las que es muy intenso llega a comprometer la vida, pero sentir un poquito de fresco en los brazos o incluso en las piernas no es malo. Y, si me lo permiten, les confesaré que yo lo encuentro vivificante. La hormesis es un concepto que va en tal línea, y que propone la microestimulación del cuerpo —y, por ende, del sistema inmunológico— para alcanzar mayores cotas de bienestar. Y bueno, como en botica, habrá opiniones para todos los gustos, pero a mí me va muy bien así. Aquí lo dejo, para que ustedes sometan el conjunto de mis ideas —como siempre— a su excelso criterio. Ustedes verán cuánta ropa se ponen y por qué. Pero les aviso que esa progresión geométrica de amantado ante su sensación de frío no cesará mientras no combatan al mismo precisamente en el sentido contrario: haciendo más laxas las medidas externas al cuerpo y acostumbrando al mismo a ambientes más variables.

Si viven entre algodones, necesitarán su mullida presencia siempre para estar a gusto. Ustedes verán. Es opcional, por supuesto, personal e intransferible. Pero si optan por esto, no se quejen luego de que tienen cada vez más frío, cuando la tendencia contrastada del clima es precisamente hacia temperaturas más altas, en un proceso global que nos está dando ya problemas y que irá a más... Eso no es frío. Llámenle frío al verdadero, al que hiere y congela, al que lacera y mata, en forma de inequidad y falta de oportunidades, de pavorosos desastres naturales como los que hoy se sufren en Siria o Turquía, o de aberrantes y épicas razzias, como la que se escenifica en estos tiempos en Ucrania. Eso sí que hiela la sangre, el entendimiento y la expresión de la cara. Eso sí que da miedo porque, a la postre, mata.