Opinión | LA PELOTA NO SE MANCHA

Saverio-Yeremay-Mario, ¿cuánto cuesta jugar?

Mario Soriano, ante el Mérida

Mario Soriano, ante el Mérida / CARLOS PARDELLAS

Minutos por gramo de rendimiento. Anda en los primeros días de febrero Óscar Cano encajando sus piezas nuevas de Navidad y el deportivismo asimilando cómo las gestiona y sufriendo. Lo de siempre. Con mayor o menor necesidad de puesta a punto, Lebedenko y Kike Saverio están haciendo la pretemporada subidos a un equipo que debería ser ya un bólido camino del ascenso, mientras Lapeña ha pasado a un segundo plano, Mario Soriano se ha convertido en un meritorio que sale desde el banquillo y Yeremay Hernández dispone de las migajas. Un puzle, y también cóctel (quizás molotov), aliviado por las victorias y por que el Dépor mira más de cerca que nunca el liderato, pero al que la grada observa con lupa, desconfiante. Su entrenador, como mínimo, les descoloca. Por lo que habla, por lo que hace. Ya todo lo que hace es sospechoso. Cualquier apuesta necesita un recorrido y alguna contratación no lleva ni dos semanas en A Coruña, pero hay males que vienen de lejos y hay que calibrar también, poner encima de la mesa mirada a medio plazo y cierta justicia para no descabalgar a unos con la pretensión de enganchar a otros cuyo rendimiento es aún una incógnita. Equilibrio, equilibrismo. ¿Cuánto le cuesta jugar a cada futbolista del Dépor? ¿Qué se puede permitir su entrenador más allá de ganar cada domingo?

Si Yeremay está más maduro, debe tratársele como tal. Darle dos minutos es abocarle a ir de milagro en milagro

Max Svensson juntaba su cabeza a la de Yeremay, todos le buscaban en la celebración del gol de penalti de Quiles. El canario vivió el sábado el que es, de momento, su gran momento como jugador del primer equipo en un Riazor patas arriba. Hace un año había metido un gol al UCAM que había maravillado a la afición y hace dos meses y medio rescató un punto ante la Cultural. El preludio de esta apoteosis. Ese tanto ante los leoneses lo logró cazando un centro cuando llevaba un minuto en el campo y este fin de semana le dieron siete y le sobraron dos para inventarse una pena máxima y acudir al rescate.

Yeremay, antes Peke, ha dado muchas vueltas. Estuvo en Madrid, luego se mudó a A Coruña. Quizás en algún momento no lo hizo todo lo bien que debía y hay que inculcar la cultura del esfuerzo tanto en él como en cualquier chaval que pretenda dar el salto desde Abegondo, pero también debe ver luz ante lo que se sacrifica, ante el trabajo oscuro que alguna vez escaseó. Ya es más maduro, ya es futbolista, y se le debe tratar como tal. Ha jugado 164 minutos, menos que Lebedenko y Saverio está al acecho. Ni él ni Trilli han disfrutado de una titularidad desde que llegó Cano y Villares, siendo el mejor del equipo, se tuvo que ir un par de partidos al lateral para, en parte, preservar el trío del centro. Ya sin entrar en el debate de que deba o no salir de inicio y qué rol le encaja mejor a su juego, al menos que no tenga que hacer milagros cada vez que sale o no ponérselo tan difícil.

Con Saverio, Cano paga ahora para cobrar en el futuro. El tiempo dirá. A más de uno le habría gustado tal apuesta

Saverio y Soriano se disputan ahora el puesto que más baila en el once. La pugna es, de momento, ficticia, porque el italianoecuatoriano ha llegado y la apuesta de su entrenador por él no tiene fisuras. Jugó en San Fernando, ante el Mérida. Y existen posibilidades de que siga en el puesto. Con él el Dépor sí se puede permitir algo más que el día a día. Fundamenta su decisión en lo que ha sido, en su potencial... Cualquier deportivista con memoria fresca puede recordar los casos de Babel o Sissoko. Invertir en el presente para recoger más adelante. Pero no siempre hay premio. De momento, no hay indicios de recompensa futura, aunque quien lo podía imaginar cuando al holandés le costaba moverse o el costamarfileño parecía probar la elasticidad de las camisetas. El tiempo dará o quitará razones, aunque más de uno ya echa de menos que apuesten así de fuerte por él.

No tuvo la misma suerte Soriano cuando llegó al Dépor. Su rol, su trayectoria, eran diferentes. Meses casi desaparecido, aunque Borja siempre creyó en él. Su final de liga fue rompedor. Su crecimiento e implicación para quedarse también. Arrancó la liga portentoso. Jugaba, marcaba, no había techo por encima de él. La efervescencia se fue y, sin dejar de ser importante y un generador de juego primordial para el equipo, perdió nivel su juego. Llevaba meses como atascado. De cara al gol, cuando elegía con la pelota en los pies. Todo por momentos. No le sobraba un paso por el banquillo para oxigenarse y la llegada y la rapidez con la que Óscar Cano apostó por Saverio, más allá de los perfiles, hacen indicar que hacía tiempo que al técnico le ronda por la cabeza, pero a sus ojos no había nadie capacitado. Ahora, en teoría, lo tiene y no ha dudado.

Mario Soriano, callado y entregado al trabajo oscuro, se reivindicó para volver al once cuanto antes

Y Soriano volvió, en parte, a aquel del inicio de la pasada temporada. Trabajo oscuro, esperar la oportunidad, mostrar su repertorio cuando está en el campo. Sus minutos ante el Mérida dieron luz al equipo cuando estaba ofuscado, no deshizo del todo el embudo porque sus características son otras, pero ayudó mucho. Asistencia a Lucas, balón al palo. Pudo ser el Yeremay de hace tres días. No tocaba ser héroe. Ahora queda por saber si Cano seguirá invirtiendo en el recién llegado o a qué mano le pondrá las fichas. Es su caso y el de Ledebenko cuando vuelva Raúl Carnero y el de Pepe Sánchez cuando le pelee el sitio a Jaime o el de Arturo cuando minimice el rol de Svensson u otros. Todo lo marcará el rendimiento, las necesidades y los roles, mezclando corto y medio plazo. Eso sí, al decidir, no debe dejar de prevalecer, aunque cualquiera se equivoca, que la justicia está de fondo. ¿Cuánto cuesta jugar en el Dépor?

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