Opinión | Divaneos

El amor nace de la química

Febrero es, por mandato comercial, el mes del amor. Se ve que había que buscar algo entre el larguísimo periodo que va desde la Navidad hasta el Carnaval y entre medias de las rebajas para que el ánimo no decayera. Pero el amor tiene más de química que de negocio. Salvo en los matrimonios concertados y demás cuestiones raras. El enamoramiento de verdad depende en gran medida de una sustancia que segrega el hipotálamo y que tiene el nombre tan poco romántico de oxitocina. Su verdadera función en el plano amoroso es la de ayudar a que los vínculos sociales se hagan más y más fuertes. Es como la poción mágica del amor, pero sin necesidad de tener que tomar nada. Todo surge del interior.

Siendo estrictos, la oxitocina es una hormona que tiene un amplio abanico de funciones (casi como la mayoría de las de su clase). La fundamental es que facilita el parto de los bebés y, posteriormente, la lactancia.

Y siendo aún más estrictos, no es la única protagonista de la pócima del amor. Durante los enamoramientos también se libera dopamina y serotonina, lo que explica los subidones de energía y la percepción de que la vida se parece a un cuento de hadas. Tal torrente de sustancias corriendo por nuestra sangre provoca una alteración constante de los estados de ánimo, que se aceleran cuando se está cerca de la persona que los provoca, y que decaen cuando se aleja. Eso ocasiona que durante el inicio de las relaciones se genere una especie de adicción similar a la que produce cualquier droga. El psicólogo Stanton Peele publicó hace unos años un libro con el sugerente título de El amor y la adicción en el que trataba de bajar al terreno cuáles eran los criterios para determinar cuándo una relación se convierte en adictiva. Aunque le prestaba poca atención a la química que hacía funcionar el cerebro y demasiada a la errante conducta de las parejas.

Pero cuidado con el caudal de neuroquímicos, que acaba por cansar. El cuerpo es sabio y los neurotransmisores (una especie de nodos que facilitan el recorrido de estos neuroquímicos) son unos ansiosos y acaban por aburrirse de casi todo. Cuando caen en el tedio en realidad lo que ocurre es que se produce un fenómeno de tolerancia o lo que se conoce en términos más técnicos como habituación. Es decir, que esos receptores neuronales ya están acostumbrados a las cantidades de sustancias químicas segregadas por el cerebro y piden más para poder excitarse. Es lo que ocurre cuando se dice que las relaciones entran en la monotonía o que se acaba el amor. En realidad, nada acaba, es que el cuerpo se ha habituado.

Otra hormona que tiene un papel importante en todo esto es la dopamina, muy responsable de las adicciones. Es la misma sustancia que intermedia entre aquellos que acaban enganchados al juego o a las drogas. Es importante porque, vinculado con el sistema de recompensas, se desata a raudales cuando ganamos o recibimos algún tipo de gratificación. También se nota cuando desaparece. Cuando la persona amada desaparece entonces aparece en escena el mono —irrefrenable para muchas personas— y la obsesión.

Fuera ya de la química operan las leyes de la atracción que dependen de factores biológicos y evolutivos. Existen una serie de marcadores que destacan los gustos. Se entiende mejor con una pequeña explicación por sexos. A ellos les suelen atraer las mujeres más jóvenes y aparentemente saludables porque, presumiblemente, son también las más fértiles. Mientras que ellas prefieren hombres fuertes, lo que suele ser señal también de supervivencia y de estar sano. Esa es la teoría general, pero en el detalle caben muchísimos matices. Hay otra teoría llamada del apareamiento selectivo que sostiene que lo que se busca son parejas que tengan unos niveles similares de atractivo, que se parezcan a nosotros.

La decisión entre si una persona resulta atractiva o no se toma en cuestión de milisegundos. Un pelín más largos para ellas que para ellos, que suelen tardar un poco más en decidirse. Aun así las diferencias son insignificantes. Cuestión de milisegundos solamente. Durante los primeros días de una relación, además, tienden a ignorarse rasgos menos favorables del otro. Pero en esto también tiene mucho que ver la química. Y ya es otra historia a Valentín pasado.

Suscríbete para seguir leyendo