Opinión | Inventario de perplejidades

La corrupción como arma política

Uno de los pecados originales de la Transición fue convertir la corrupción ajena en el principal argumento del debate político. Y no hay entretenimiento que lo supere. Los medios le prestan una dedicación especial y los tertulianos que representan los intereses de los principales partidos se acometen con ferocidad. “Déjame terminar”, “Yo te permití hablar sin interrumpirte”, “ Si no puedo exponer mis ideas me levanto y me voy”, se oye decir elevando el tono de voz hasta que se hace imposible entenderse. Por supuesto, los que más gritan son los tertulianos que abominan de los corruptos del momento por riguroso turno de aparición.

En un primer momento, se dio por sentado que el centroizquierda llegaba limpio de polvo y paja al ilusionante estreno electoral tras una Guerra Civil de tres años y casi cuarenta años de dictadura franquista. Hablar de corrupción tras ese periodo de absoluta y agobiante corrupción parecía una broma de mal gusto. El centroderecha que representaba Adolfo Suárez y el centroizquierda de Felipe González así lo entendieron, mientras Manuel Fraga y sus Siete Magníficos daban acogida al electorado más franquista.

Desde aquel tiempo, todos los cambios de gobierno se han visto precedidos de intensas campañas sobre la corrupción ajena. El actual presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, accedió al cargo tras una moción de censura convocada una vez conocida una sentencia en la que se implicaba al PP con prácticas corruptas. El candidato señor Sánchez supo reunir el voto del resto del Congreso de los Diputados, (la coalición Frankenstein) por primera vez desde que la ciudadanía dio su conformidad a la propuesta democrática. La utilización de la corrupción como casi único argumento de la lucha política no deja de ser una argucia peligrosa.

En los años finales de la década del setenta y principios del ochenta tuve que tratar, por motivos profesionales, con el diputado socialista Guillermo Galeote. Y no dejaba de hacerme gracia que me interrogase con cierta frecuencia sobre la posibilidad de que en el organismo donde yo estaba destinado se dieran casos de corrupción. “Verdaderamente, siento mucho no poder ofrecerte lo que me pides, pero no encuentro nada de interés”.

La vida, ya se sabe, da muchas vueltas, y andando los años Galeote se vio implicado en varias denuncias sobre la financiación del PSOE. El hecho de aparecer como titular de unos dineros de los que nunca se benefició le trajo muchos disgustos. Al final, dejó la política y se jubiló como cardiólogo.

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