Opinión | Al azar

El test mental a políticos mayores

La revista satírica The Onion saludó la presidencia de Obama con el titular “Le dan el peor trabajo de la nación a un negro”. También Nikki Halley, la primera embajadora de Trump ante la ONU, ha lanzado su carrera a la Casa Blanca promoviendo duras condiciones para sus rivales. En concreto, quiere imponer un test obligatorio de aptitud mental para los políticos mayores de 75 años. Ha aprovechado que su antiguo jefe y ahora rival tiene 76, por 80 de Biden. Alguien precisará que solo unos gramos de locura y la edad provecta garantizan la irresponsabilidad suficiente para aceptar el empleo más duro del planeta.

En principio, la senilidad de los adversarios de Halley, que tiene 51 años, debería ser una ventaja para esta exgobernadora de Carolina del Sur. Si aumenta el coeficiente intelectual de los candidatos, disminuyen sus posibilidades. Tampoco ha aclarado si aceptará el voto de los políticos que no hayan superado la prueba de aptitud mental, o de los abundantes estadounidenses de cualquier edad que tampoco se hallan en condiciones de aprobar el test. Su problema empieza a recordar a Vox, que ha restringido tanto la definición de español que se arriesga a quedarse sin apoyos suficientes.

Tradicionalmente, los candidatos han aceptado votos hasta de los muertos, de nuevo sin necesidad de una prueba previa de aptitud intelectual. Pese a estas cautelas, el examen anunciado por Halley para eliminar a los “políticos permanentes” recibió el rugido aprobatorio de la multitud. Está claro que la presentación de la candidatura se realizaba ante una audiencia de superdotados, aunque estadísticamente hayan votado antes a personajes de equilibrio mental tan dudoso como George Bush o el propio Trump, en ambos casos antes de cumplir los 75. Es indelicado sugerir que Halley quiere expulsar a los dos últimos presidentes porque la aplastan en los sondeos en la proporción de ocho a uno, pero tal vez yerra al culpar a la edad de los desastres de la América contemporánea. En realidad, es una suerte que Trump llegara a la Casa Blanca con 72 años, qué desastres no hubiera sido capaz de cometer con la energía añadida de la juventud.

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