Siempre he tenido muy presente un principio universal: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, de ahí que me resulta muy difícil de entender que, en el siglo XXI, en un mundo globalizado, no se respeten los derechos humanos y a las personas, y tengamos una sociedad intolerante que manifieste signos alarmantes de racismo, xenofobia y violencia hasta límites insospechados. El líder más notable del movimiento por los derechos civiles, el Dr. Martin Luther King (Premio Nobel de La Paz, 1964), dijo: “Tengo un sueño, sueño que mis cuatro hijos vivan un día en una nación donde no sean juzgados por el color de su piel sino por su carácter”; su lucha le costó la vida (tras ser abatido de un tiro en la cabeza por un francotirador). No es entendible que 55 años después de su muerte, se produjera un retroceso en algunos derechos conquistados.

Cada vez se manifiestan con más frecuencia comportamientos racistas y de discriminación social, violaciones de los derechos humanos en comunidades diversas, actitudes hostiles contra los migrantes, refugiados y personas que solicitan asilo, etc., resulta inadmisible que se estigmatice a estos grupos. Los derechos humanos son herramientas esenciales para un diálogo intercultural verdadero, imprescindible a la hora de proclamar y defender esta diversidad, inseparable del respeto a la dignidad humana y del compromiso con las libertades fundamentales y los derechos humanos, que son universales e indivisibles.

El mayor exponente que ha propiciado la convivencia y el juego limpio ha sido el deporte, expresado en la Carta Olímpica: “el objetivo del olimpismo es poner siempre el deporte al servicio del desarrollo del hombre, con el fin de favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana”, contribuyendo el movimiento olímpico a que se superen las diferencias políticas, económicas, de género, raciales o religiosas e impulsan la amistad entre las personas y entre los pueblos del mundo sin considerar las diferencias. Pues bien, en la actualidad el juego limpio en el deporte brilla por su ausencia en los grandes escenarios deportivos, donde cada vez son más frecuentes los delitos de odio y el aumento de la violencia, debidos a comportamientos racistas y xenófobos, que hay que combatir.

Tolerancia cero contra el racismo, la xenofobia y cualquier tipo de violencia, en cualquier ámbito de la vida pública y/o privada. La convivencia tiene que ser posible, pero para ello tiene que haber respeto y tolerancia. Se necesita unidad de criterio y de acción para afrontar este grave problema. Los medios de comunicación social pueden ejercer una labor de apoyo, ya que es preciso hacer mucha pedagogía social en la lucha contra el racismo, la discriminación social y la violencia. Aprovecho esta tribuna para alzar mi voz y decir alto y claro que hay que proteger y promocionar los derechos humanos, combatir toda clase de violencia, la discriminación social y los prejuicios de que son víctimas, sean personas individuales o grupos, por motivos de raza, color de la piel, religión, nacionalidad u origen étnico o nacional.

La justicia reparadora es esencial para la reconciliación, la prevención de conflictos y construir sociedades basadas en la justicia, la igualdad, el respeto y la solidaridad. La legislación actual es la piedra angular para luchar contra esta lacra cada vez más extendida a nivel global en todos los ámbitos, siendo fundamental favorecer la igualdad y la no discriminación desde la educación infantil y abordar el racismo en Primaria y Secundaria, si bien yo siempre he defendido que la educación empieza desde la cuna, ocupando la familia un lugar primordial. ¡Todos los seres humanos iguales en dignidad!