Opinión | La espiral de la libreta

Pink Floyd, Ferrovial y la pinza del bogavante

Busco en Spotify el disco de Pink Floyd The dark side of the Moon, porque acaba de cumplir 50 años y por ver si las ideas se aclaran progresivamente mientras picoteo las noticias. El viejo disco, el del prisma de cristal en la portada, el que compraron los hermanos mayores y del que chupamos como garrapatas los que veníamos a rebufo, aunque al principio costaba entrar.

Todas las portadas hablan del asunto: en Moncloa están que fuman en pipa por la marcha de Ferrovial a Países Bajos, debido a la mayor “seguridad jurídica” que allí impera, alega la multinacional, y con el fin de acelerar su salto a Wall Street. Desde el Gobierno replican que les duele la fiscalidad (al parecer, la empresa se ahorrará hasta 40 millones anuales en impuestos). No sé si queda muy elegante dejar de tributar en España después de haberse beneficiado durante décadas de la inversión pública, pero, ay, a estas alturas del milenio parece ingenuo preguntarse incluso por la licitud del asunto. Dinero llama dinero.

El bajo de Roger Waters

Quiere la casualidad (o el algoritmo) que, cuando la lectura desciende hacia las profundidades de Ferrovial, el disco de Pink Floyd salte a la sexta canción, la titulada Money, esa maravilla que arranca con el sonido de la caja registradora, una lluvia metálica de monedas, el susurro de un papel al rasgarlo —tal vez un talón arrancado de la chequera— y el punteo del bajo de Roger Waters. “Moneeeey, get back”. Pues eso.

La canción se queda pellizcada en bucle para acompañar la lectura de otros titulares que también tienen su miga. Caso Mediador: resulta que el general Francisco Javier Espinosa Navas, en prisión, guardaba la pasta de las mordidas en una caja de zapatos, hasta 61.110 euros en fajos de billetes de 50 y 200. “Moneeeey it’s a gas”. Dice El Mundo que el exárbitro Negreira retiraba hasta 20.000 euros mensuales en metálico mientras cobraba del Barça. “Coche nuevo, caviar, cuatro estrellas, soñar despierto. Creo que me compraré un equipo de fútbol…”, prosigue la letra de Pink Floyd, que se hicieron ricos con su alegato musical. Y el diario Ara cuenta que, durante la celebración del Mobile, muchos restaurantes de Barcelona han batido récords de facturación: en el Botafumeiro se han despachado unos 200 bogavantes al día, en banquetes que podían salir a 6.000 euros por barba, sobre todo por los vinos.

El bogavante, por cierto, es un crustáceo decápodo muy listo, de un precioso color azul antes del hervor. Nace diestro y se vuelve zurdo a medida que crece y con él esas extremidades poderosas, compuestas de una pinza que corta y otra que tritura. Una tenaza que trinca y no suelta, como la del dinero.

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