Opinión

Ensimismarse a través del celular

En la Lección VI, Cambio y Crisis, de la obra En torno a Galileo, escribe Ortega y Gasset que “la vida es soledad, radical soledad”. Lo cual significa, según él, que la vida es de cada cual: “Cada cual tiene que irse viviendo la suya por sí solo… Yo tengo que decidir en cada instante lo que voy a hacer en el siguiente y nadie puede tomar esa decisión por mí, sustituirme en ella”. Y concluye: “En última instancia y verdad, cada cual va llevando a pulso y en vida su propia existencia”.

Lo que antecede debe ser completado, según Ortega, con lo otro que rodea al hombre: el mundo físico y el mundo de los otros hombres, el mundo social, que dan lugar a dos modos de la vida que son la soledad y la sociedad. Nuestra vida —agrega— va y viene entre ambos mundos y es en cada instante una ecuación entre lo que somos por nuestra propia cuenta y lo que somos por cuenta de la gente, de la sociedad.

Para llegar a la reflexión en la que quiero centrarme debo todavía exponer una reflexión ulterior que tomo también del mencionado pensador. Escribe Ortega que el más importante de los mecanismos de todo ser animado es la atención. Por eso se ha repetido tantas veces: “Dime a lo que atiendes y te diré quién eres”. Y concluye diciendo que al hombre le es dado no estar siempre fuera de sí, le es dado “retirarse del mundo” y ensimismarse. Es decir, atender su yo, desatendiéndose de su entorno, y volver a ensimismarse.

Me ha parecido necesaria esta breve introducción para valorar una costumbre muy actual y que, habiendo nacido en un segmento de edad, la juventud, tiende a expandirse y a generalizarse entre todas las edades. Me refiero al uso intensivo del teléfono móvil o celular, pero tanto cuando estamos solos, como cuando estamos acompañados de otros, a los cuales llegamos a desatender.

Y es que uno de los fenómenos de nuestros días es la proliferación de estos dispositivos, sobre todo desde que, además de servir para hablar a distancia, transmiten también imágenes y otros contenidos audiovisuales.

Hasta tal punto se han multiplicado que sus principales fabricantes son los titulares de las marcas comerciales más valiosas del mundo: Apple (que fabrica los iPhone) ocupa el número 1 del mundo con un valor estimado de 482.215 millones de dólares y Samsung (fabricante de los celulares del mismo nombre) que está en el número 5 con un valor de 87. 689 millones de dólares.

Hace muy poco que la juventud empezó a usar los móviles durante varias horas al día; práctica que, si bien en un primer momento fue criticada y objeto de reproches por parte de las franjas de mayor edad, adquirió tal capacidad de penetración que hoy puede verse gente de edad adulta “enganchada” a su celular, disfrutando de todo aquello a lo que puede acceder en él.

Se dice que, al menos entre nosotros, la pandemia del coronavirus tuvo gran influencia en este notable incremento del uso personal de los móviles. Así, antes de que se decretase el estado de alarma, los españoles usaban su móvil durante una media de 3 horas y 15 minutos, y solo un mes y medio después la utilización del celular aumentó hasta las 5 horas y 5 minutos. Este mismo estudio señala que un 50% de los españoles llega a mirar el móvil una vez cada 5 minutos y un 80% reconoce que es lo último que ve al acabar el día e irse a dormir y lo primero que consultan por las mañanas al despertarse.

Pues bien, no sé cómo nos calificaría hoy Ortega y Gasset tomando como referencia el “dime a lo que atiendes y te diré quien eres”. Pero si tenemos en cuenta que, según él, tenemos dos modos de vida que son la soledad y la sociedad, y que nuestra existencia va y viene entre ambos mundos y es en cada instante una ecuación entre lo que somos por nuestra propia cuenta y lo que somos por cuenta de la gente, no sería desacertado afirmar que cuando usamos el teléfono celular “estamos simultáneamente en ambos mundos”.

En efecto, cuando asimos el móvil tendemos, en ese primer momento, a “ensimismarnos”; es decir, nos recogemos en nuestra propia intimidad y nos desentendemos del mundo exterior. Justamente era esta desatención del mundo exterior y de la compañía de que gozaban, la causa de nuestras censuras a los jóvenes cuando empezaron con el uso intensivo del móvil. Les reprochábamos que al usar el móvil se desentendieran de su entorno.

Pero la inmersión en el móvil que desemboca en el ensimismamiento del que lo está utilizando no produce el efecto de que permanezca en su propia intimidad y tome el pulso a pulso a su propia existencia. El que utiliza el móvil y no lo hace solo para hablar, sino para consultar su múltiple contenido, no busca encontrarse consigo mismo para meditar sobre su existencia, para decidir en cada instante lo que va a hacer en el siguiente. No es, por tanto, un ensimismamiento para escrutar, desde la soledad, lo que somos por nuestra propia cuenta.

Antes al contrario, cuando manejamos, el móvil para “navegar” sobre sus múltiples contenidos, como, por ejemplo, conversar por WhatsApp, leer las noticias que circulan por la red, oír los pasajes de música que nos envían, los artículos de fondo que suben sus autores, etc., estando solos, inmiscuidos en su yo más íntimo, estamos inmersos en lo que somos por cuenta de la gente. Y lo hacemos sin salirnos de nuestro propio “yo”. Por eso, aunque es difícil responder a qué somos cuando atendemos al móvil, me arriesgo a decir que cuando usamos el celular somos un “yo-gente”. Yo, porque es el continente en el que se deposita el resultado de la navegación y “gente” porque son los otros los que nutren nuestro “yo”.

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