Opinión

La política putera

Siempre he dicho que mientras en el feminismo se producen enfrentamientos de posturas, el machismo va a una y ellos no debaten sus diferencias. ¿Por qué? Tienen claro su fin. Tienen bien aprendido lo que es el machismo y cómo tratar a las mujeres, sean de donde sean o tengan el dinero que tengan. El machismo va a una.

El caso Mediador ha vuelto a traer a primer plano no solo un caso de corrupción política, sino los métodos de cierre de acuerdos: usar a prostitutas. Un clásico. Una cultura putera en las negociaciones, algunas corruptas, que es transversal a los partidos. Ahora es el PSOE, pero antes también lo fue y junto a él, el Partido Popular, en la Gürtel o Brugal y otros casos más. Mientras, sus partidos hablan de abolición, o por derechos humanos o por moralidad. Cuando no son estos, pueden ser otros. Porque esto no va de partidos, sino de un machismo aprendido en su forma de validarse. El feminismo siempre ha señalado que no hay nada más parecido a un machista de derechas que un machista de izquierdas.

Estos son los casos conocidos. Por debajo, los que no habrán sido publicados porque la complicidad y el pacto de varones llegó a buen puerto como para no descubrirse. Ya sabemos que luego tienen la rueda de prensa con traje y corbata para presentar el acuerdo y quedar como unos señores. Hay que decir que en esto no hay rangos, y no pueden ser solo políticos, sino también empresarios que llegan con ellos a acuerdos. Es negocio. Un país que lidera el primer lugar en consumo de prostitución en Europa, hace que haya puteros por cada metro cuadrado. Y por eso, artículos donde se debate sobre esto generan muchas veces demasiada irritación en sus lectores. Hay quienes se desvelan solos.

La política siempre ha sido cosa de hombres y esa cultura putera de fondo, de pacto entre machos refrendada con “una noche de sexo” con prostitutas, ha sido durante siglos un método de trabajo. Porque el acuerdo hay que festejarlo aunque implique explotar sexualmente a mujeres. Porque ellas, en ese proceso, no son personas. Son una parte más de la firma, un objeto de quita y pon, las horas que quieran y con las exigencias que quieran. Porque ellos mandan. Ellos tienen la pasta.

Imaginen la gracia que a estos hombres les debe hacer integrar a mujeres en sus partidos. Y más a mujeres feministas abolicionistas. E imaginen la lucha de esas mujeres dentro de sus partidos para convencer a esos que pagan por la explotación sexual que hay que abolir no por una cuestión moral, sino por el daño directo a los derechos humanos de esas mujeres sometidas. E imaginen la gracia si otros compañeros de trabajo varones y sus partidos hubiesen sido tajantes muchos años antes y no con complicidad silenciosa.

Mientras los implicados están preocupados porque eso se descubra, por cómo afecta a sus familias, y se dicen “víctimas”, pocos se preocupan sobre qué pasó con las víctimas reales. Y sobre cuándo estos tipos cortarán de raíz una política putera tan repugnante como la de explotar a mujeres para sentirse triunfadores.

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