Opinión | La pelota no se mancha

El Dépor compite mejor, pero a medias

Óscar Cano, en la zona de los banquillos de Riazor. |  // VÍCTOR ECHAVE

Óscar Cano, en la zona de los banquillos de Riazor. | // VÍCTOR ECHAVE / REDACCIÓN

Se vuelve el Dépor de La Línea con un punto tramposo. El emplatado, después de ese cabezazo de Zozulia en el minuto 94 en Valdebebas, hace que entre mejor por los ojos. Poco dura. El impacto visual se desvanece al instante. No hay peor cuita que no haber dado todo, que no haber exprimido tu potencial. Y el Dépor se fue del duelo ante La Balona con la sensación de que se lanzó tarde a por el partido, de que salió al campo a ver si ganaba, no a ganar. El Alcorcón, muy tocado hace dos semanas, verá cómodamente en el sillón de su casa como Deportivo y Castilla se despedazan en Riazor. Podría incluso llegar a mediados de marzo con cinco puntos de ventaja en la cabeza cuando ya ha pasado un bache profundo en este inicio de 2022. Claro, que era tramposo el punto.

Es engañosa también esa idea general de que el Dépor es ahora mucho mejor equipo fuera de casa. Hay indicios que apuntan, sin duda, en esa dirección. Nadie lo pone en duda, sobre todo, si solo hay ojos para una única portería. Lleva 450 minutos sin encajar un gol y el equipo coruñés exhibe una innegable fortaleza defensiva en Riazor y a domicilio. Se le ve suelto en ese coche blindado en el que se ha montado en las últimas semanas. Ya no hay tembleque en las piernas cada vez que abandona A Coruña. Y hay que valorar esa invulnerablidad porque está a años luz del equipo endeble, frágil y anticompetitivo en las disputas y en los partidos del inicio del campeonato. Pablo Martínez manda y ayuda, pero la coraza defensiva es mucho más, es un entramado bien construido, casi orfebrería. Esta vez Mackay tuvo que sacar una buena mano. Hay muchos partidos en los que es un mero espectador. Así casi siempre se ganan campeonatos y se asciende. De momento, no le llega.

El Dépor sigue sin competir fuera de casa cuando tiene que enfilar la portería contraria. Se ha instalado ese pensamiento de que las condiciones de la categoría, los campos y los rivales hacen imposible proponer mucho más. Esa una visión realista que peligrosamente linda con el conformismo. Fue esa falta de colmillo, esa necesidad inaplazable de ganar es la que no se percibió en el mañana del domingo casi en Gibraltar. No genera el Deportivo un torrente ofensivo que acabe desembocando en el gol. La bala blanquiazul es siempre la puntería, esa que no tuvieron Lucas y Quiles en La Línea. Un gol en las tres últimas salidas. La media inglesa le sirve al Dépor para seguir en la pelea, pero el día que no salga todo perfecto en el estadio de Riazor vendrán las curvas y los lamentos.

Los últimos veinte minutos se pudo ver ante la Balompédica Linense a un Deportivo que dio un paso al frente. Su rival, a esas alturas, ya firmaba el empate con sangre, las piernas no le iban tampoco. Se desplegó entonces el equipo coruñés con más soltura. Se veía por fin sobre el césped lo que debía haber sido norma en más fases del duelo. Esa pseudoavalancha del tramo final llegó por cierta capitulación de su contrincante, también porque el Dépor pidió la pelota y se ajustó un traje que ofensivamente le sentó mejor. El golpe que se llevó Diego Villares le permitió a Óscar Cano apostar por Kike Saverio y ajustar al equipo. El más beneficiado fue Soriano y, por ende, su equipo. El madrileño abandonaba la banda, se movía desde entonces por el centro, su zona predilecta, y justo en un contexto de partido que le permitía hacer daño. La Balona ya se estaba deshilachando, había espacio entre líneas para crear y combinar. Un paraíso para el Dépor, para sus condiciones.

No es la primera vez que el Deportivo recurre en los dos últimos años a la figura del mediapunta con Mario Soriano como opción predilecta, a ese 4-2-3-1 que suele equilibrar muy bien a los equipos. De hecho, empezó esta temporada jugando así. Se instala el conjunto coruñés en un debate recurrente de los últimos tiempos. Atormentó la cabeza de Borja Jiménez en varias fases, ronda ya la de Óscar Cano. ¿Necesita el Dépor por momentos aparcar ese sistema con tres pivotes que le da tanta seguridad para poner más futbolistas delante de la pelota y crear más? ¿Es necesario arriesgar o lo fía todo a la comodidad y a que los goles y las victorias caigan por la calidad individual de sus futbolistas ofensivos? La disyuntiva afecta a su trayectoria en Riazor o fuera, aunque quizás en casa tiene menos sentido un cambio porque ha creado un hábitat que le hace ser ampliamente dominador, no necesita intensificar los torrentes que sufre cada equipo que pisa su estadio. Con el Castilla incluso tiene menos sentido, porque tendrá que estar bien resguardado ante el equipo con más calidad individual, gramo por gramo, de la categoría. El 4-2-3-1, eso sí, es una opción más que válida para alterar los partidos, para que se note desde el banquillo la mano de Óscar Cano, un técnico que no es, precisamente, muy intervencionista durante los duelos.

La baja de Quiles abre el abanico. El onubense tiene gol, es un futbolista muy creativo e impagable en los picos de forma, pero atraviesa uno de esos valles de la temporada. Lleva diez goles, de los últimos cuatro tres han sido de penalti, y la tercera parte del total llegó en ese duelo de Fuenlabrada. Su ausencia hace daño, también abre una puerta a las oportunidades con un sustituto no muy claro.

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