Opinión | CRÓNICAS GALANTES

A la independencia por el clítoris

Tres de cada cuatro chicas disfrutan más con el coito que con la masturbación, lo que demostraría el muy escaso amor propio que se profesan a sí mismas las mujeres.

El dato, procedente de un estudio del Instituto de la Mujer, ha escandalizado a una viceministra Rodríguez del ministerio de Igualdad, quien considera que esta preferencia por la “penetración” relega a las féminas a un “segundo puesto”. El primero correspondería al varón penetrante, por lógica deducción.

Razón no le falta a la secretaria de Estado de Irene Montero. La autodeterminación de las señoras empieza por el clítoris, como bien hizo notar en su día la feminista norteamericana Betty Dodson. La dama, fallecida a los 91 años, atribuía su feliz longevidad al hábito de estimularse con un vibrador que practicó desde muy prematura edad. Y eso que, por aquel entonces, aún no se había inventado el mágico Satisfyer.

Prescindir de los servicios del macho es, sin duda, el primer paso para liberarse de su tóxica influencia. No hay nada como el amor a una misma para llegar a vieja en excelentes condiciones de salud.

Lejos de constituir una novedad, esta apología de la masturbación —o de la “autoestimulación”, para decirlo en la jerga de Ángela Rodríguez— ha sido promovida por diversos gobiernos centrales y autonómicos en España. Varios de ellos editaron manuales al respecto; e incluso se dio el caso de que un ministerio recurriese a los cartógrafos para elaborar un mapa sobre la inervación y excitación del clítoris.

Los autores de aquellos breviarios, injustamente criticados entonces, subrayaban las muchas ventajas del antiguamente llamado vicio solitario, así en hombres como en mujeres. Lo que podríamos llamar dieta de la paja no solo calma los nervios. También es una variante de relación sexual unipersonal sin riesgo alguno de contagio de enfermedades más o menos secretas.

Podría objetarse, si acaso, que el onanismo, en tanto que acto de amor propio, es una actividad solitaria y, por tanto, asocial. Nada hay de malo en procurarse goce a uno mismo (o misma), pero no es menos verdad que la práctica de la fornicación permite conocer gente y ampliar el círculo de amistades.

No se trata de elegir una u otra fórmula, que a fin de cuentas la autosatisfacción y el coito no son incompatibles entre sí; pero en esto se conoce que España es un país de tendencia pendular. Si antes se reputaba a la masturbación de vicio nefando y dañino para la salud, ahora se considera que es un factor de independencia personal e incluso un rasgo feminista. Aquí siempre andamos detrás de los curas: unas veces con un cirio y otras con una estaca en la mano.

Cuestión distinta y tal vez más inquietante es que un alto cargo -o alta carga- del Gobierno abandone la neutralidad necesaria en estos casos para abogar por la masturbación como fuente de independencia femenina, frente al deleznable coito heteropatriarcal.

Bien está que las autoridades se ocupen de la sanidad, la educación y otras necesidades del pueblo, naturalmente. Menos razonable parece ya que el Estado y sus secretarias se metan en la cama de la gente para decirle lo que tiene que hacer. Ese ménage à trois raramente funciona.

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