Opinión | de un país

El ‘show’ de Tamames

No será hasta finales de marzo cuando el Congreso acoja el debate de la moción de censura presentada por Vox, con Ramón Tamames como candidato a la presidencia del Gobierno. Un tiempo más que suficiente para analizar el alcance de la iniciativa planteada, así como el perfil de quien asume la responsabilidad de defenderla. Ocurre con Tamames que creemos conocerlo, cuando en realidad solo lo tendríamos muy visto. Y esto último, más por el tiempo que lleva subido a las tribunas que por la atención que hayamos prestado a sus palabras. Tamames ha mantenido durante más de siete décadas una presencia constante en determinados círculos académicos y de la opinión política. Le ha acompañado un espíritu deportivo de corredor de fondo, con las gotas de excentricidad precisas para hacer de él un bosquejo de profesor chiflado, de abuelo imprevisible y un tanto cascarrabias, sin perder el sentido del humor que a ratos le caracteriza.

Al menos desde 1955 Ramón Tamames está en la historia política española. Aquel año, Santiago Carrillo, a instancias de Jorge Semprún, daba por constituida la célula comunista del interior formada entre otros por Enrique Múgica, Javier Pradera, Sánchez Dragó y el propio Tamames. Admite hoy, quien llegara a ser miembro de su Comité Central y diputado, que el PCE no dejaba de ser, en ausencia de otra oposición organizada, un mero instrumento en la lucha contra el franquismo. Sorprende la condescendencia con que, dice hoy Tamames, aconsejaba en 1975 a Carrillo abandonar la dictadura del proletariado o la inutilidad científica del materialismo histórico. Nada se supo del Técnico Comercial del Estado (1957) cuando el deshielo krushoviano (1956) afloró el gulag estalinista, ni supieron los compañeros madrileños de la prestigiosa célula del interior tras su traumática depuración por el tándem Carrillo-Pasionaria (1964) o con ocasión de la invasión de Checoslovaquia (1968) por los tanques soviéticos. Tamames, a lo suyo.

Del PCE y el CDS de Suárez al desembridamiento como tertuliano de la política interpretada desde Madrid. Del progresivo desvanecimiento lo ha venido a rescatar la invitación de Vox. Una oportunidad que la egolatría de Tamames no dejaría pasar. A riesgo de verse arrastrados al ridículo por un anciano imprevisible, Vox y Abascal se avienen a ser el nuevo vehículo instrumental de aquel, a sabiendas de que a mayor uso y defensa que Tamames haga de su libérrimo criterio, mejor blanquea los objetivos de Vox de presentarse como una opción tolerante y abierta, incluso con quienes ayudaron a enterrar su añorado viejo Régimen dictatorial. El burlador burlado.