Opinión | LA PELOTA NO SE MANCHA

La ancha espalda de Óscar Cano

Óscar Cano sigue desde la banda el duelo el Deportivo ante el Castilla del domingo. // Casteleiro/Roller Agencia

Óscar Cano sigue desde la banda el duelo el Deportivo ante el Castilla del domingo. // Casteleiro/Roller Agencia

Lleva Óscar Cano ensanchando su espalda desde que llegó hace menos de seis meses a A Coruña. A la fuerza y quizás muchas veces de manera merecida, va dándose la razón a sí mismo en aquello de que “los entrenadores” se han convertido “en el saco de boxeo de la gente”. Lo dijo, le caen. Su aniquilación no disimulada de la cantera y sus explicaciones públicas le han desconectado de su afición hasta el punto de enervar a una parte de la grada. Poca coartada le queda a ojos de quien le va a condenar sí o sí, a pesar de que el equipo es hoy mejor que cuando él lo cogió en sus manos, a pesar de que el Dépor sigue en la pelea por el ascenso directo. Ha habido infinidad de jornadas en las que el entrenador se ha ganado, en un mayor grado, la crítica y el reproche. La más cercana, el día de la Balompédica Linense. Más que el partido ante el Castilla, es censurable que un equipo del peso en la categoría del Dépor, cuando ya se ha armado defensivamente a domicilio, siga jugando con la calculadora en la mano, que vaya a una especie de ley de mínimos y a que las victorias caigan por maduración, no por asalto o superioridad. Es peor que la generación de oro tenga hoy un pie fuera de Abegondo, no jugar con cinco defensas o reconocerse inferior ante el filial blanco. La crítica, para que tenga peso, no debe ser por sistema, ni obviando al rival. Espíritu de disentir para mejorar, no acoso y derribo.

Ha habido muchos otros días en los que el técnico nazarí ha merecido más reproches que este domingo

Claro que Óscar Cano podría haber hecho los cambios antes o plantear al equipo de Raúl el partido, los retos del duelo o incluso la línea de presión unos metros más adelante. Con Olabe fuera de la cueva, con Villares por el centro y empujando, con Álex dando refresco, con Rubén Díez acercándose al área y creando o en el banquillo, con Svensson punzante en la presión... Es sencillo elucubrar partidos de fútbol ficción en cualquier ansiosa mente deportivista en los que dos más dos son siempre cuatro. Pero no es tan sencillo. La gran pregunta es si estaba el Dépor preparado para descubrirse, para hacer algo más que blindarse en torno a su portería, para ir a pecho descubierto ante el Castilla. Cansado, sin la pelota, no acostumbrado a un rol secundario, se salvó gracias a Mackay, a su instinto de supervivencia y a la falta de puntería de Álvaro Rodríguez y Arribas, dos futbolistas que no están en Primera porque el Real Madrid no ha querido y que no tardarán nada en ser internacionales absolutos. El mediapunta reinó en la última hora de partido. No pasa nada por reconocer que tu contrincante fue mejor, que bastante hiciste con seguir vivo, a la espera de rearmarte y seguir en la guerra. Fue un partido con similitudes al de hace diez años en Riazor en Segunda ante el Villarreal B.

La duda es si el Deportivo, con los cambios, estaba para descubrirse e ir a por el Castilla o bastante tenía con blindarse

Otro de los focos de enfado de la grada fue que Cano volviese a dejar en el banquillo a Trilli al sustituir a Antoñito. Con Obrador y Peter haciendo diabluras por la izquierda, solo un iluso pensaría que iba a ponerlo en el campo. Sería un gran gesto, sin duda, haber apostado por él en un contexto tan adverso, también un riesgo por su falta de partidos. No ayuda, además, en la protesta de esta semana por la gestión de la cantera que Yeremay tuviese una actuación deslucida y que no entendiese nada de lo que requería de él el partido. Como lanzador o como templador. Pero lo que de verdad merece reproche, en el caso de Trilli, es que no lo alinease ante Unionistas o llegará también esa queja si el día que el lateral sevillano esté sancionado o lesionado, vuelve a apostar por un parche. Antoñito tiene cuatro amarillas y parece improbable que no vea otra en once partidos. Gran parte del deportivismo, para su desgracia, sabe qué pasará entonces.

Desfile de fichados

Cano insistió mucho en invierno en reforzarse. Quería variantes, hacer la plantilla a su gusto, más allá de Lucas y a pesar de que la colmaba de elogios casi cada semana. Al delantero coruñés le sigue faltando finura, pero su incidencia en el juego es innegable por lo que produce, por el miedo y las atenciones que genera en las defensas rivales. El resto han ido haciéndose un hueco. No son comparsas o acompañantes. Lebedenko está cada día más asentado y Pepe Sánchez parece haberle dado un salto de calidad a la zona de centrales en los dos últimos partidos. Saverio despuntó en el inicio del duelo ante el Castilla y se apagó engullido por la maquinaria blanca. Sigue siendo una incógnita. La aportación de Arturo es de perfil más bajo, aunque muestra fiabilidad y asume su rol. Han sido muchas las incorporaciones. Su huella se deja sentir, es positiva y va a más. No es fácil hacerles subir en marcha y que ellos se adapten a un grupo con sinergias.

Los fichajes están teniendo un impacto positivo, pero el domingo se echó de menos un perfil como el de Narro

Ellos llegaron y otros se fueron para dejarles sitio. Nadie repara hoy en Ibai, Gorka, Retuerta o Granero. La baja de Alberto Quiles y la ausencia de una opción del mismo perfil en el equipo recordó, aunque fuese de manera tenue, la salida de Víctor Narro. Era el jugador más similar para poder sustituirle el día que no jugase. Ante el Castilla fue la primera vez y no estaba. Mario Soriano, a la banda derecha para hacerle hueco a Saverio en la izquierda. Más allá de su capacidad asociativa, al madrileño no se le vio cómodo sin poder salir hacia dentro con su pierna natural. Tampoco profundizaba. Fue solo un día, pero entre tantos recursos, el Dépor echó de menos al que dejaron ir.

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