Opinión | Un minuto

Doble consuelo

A finales del mes de febrero me avisan que mi hermana, la única que me queda, es internada por segunda vez en un hospital madrileño, afectada por males varios que dañan su corazón, con encharcamiento en los pulmones, la diabetes disparada y 88 años a cuestas. Para ella, que presume de haber conseguido que sus deudos hayan recibido todos la Unción de los enfermos, sugiero a uno de los hijos que se lo propongan, sacramento que es aceptado con tranquilidad. Cuando yo viajo a Madrid sé que además le llevan la Eucaristía todos días, y que en esa fecha le hacen un cateterismo tras el cual le implantan un stent en la arteria dañada; total, que cuando la saludo, aún aletargada por la anestesia, hay un aire más positivo en ella y en toda la familia. –¿No habrás traído corbata negra?, me arroja capciosa; le aseguro que para lo que ella imagina llevaré una de vivos colores por la alegría que siempre nos da. A Consuelo, la fiel feligresa de la parroquia próxima que le lleva la Comunión todos los días, se une el consuelo de ver a mi hermana con su corazón desatascado y con ganas de vivir haciendo las cuentas de cuánto habrá de pagar a las asistentas tras la reciente subida de salarios.