Opinión | De un país

Bilbao/Miró

La capital del norte ejemplifica el empuje de una sociedad, la vasca, capaz de sobreponerse a sus peores demonios de las últimas décadas. Sea la reconversión industrial, que se llevó un buen pedazo del clásico tejido productivo levantado con el esfuerzo y los recursos acumulados durante los cien años anteriores, o el rechazo de la violencia como forma admisible de dirimir las diferencias políticas, ambos desafíos, en sus fases más crudas, llevaron a la sociedad bilbaína y vasca, en su conjunto, al borde de la quiebra moral y económica. Hasta el borde, sí, pero ni un paso más. La ciudadanía supo reaccionar y lejos de hundirse en la barbarie y la desesperación, sacó fuerzas de su espíritu emprendedor y de la responsabilidad de buena parte de su clase política mejor implantada, en particular el PNV y PSE.

Tres décadas después del cierre de las actividades industriales a pie de ría, en el mismo corazón de Bilbao, y transcurridos doce años del cese del terrorismo etarra, Bilbao ha resurgido como gran polo de actividad, ahora redirigida hacia el sector servicios y la cultura, las empresas tecnológicas y la innovación aplicada. La fluida colaboración institucional ha tenido y tiene una importancia trascendental en la transformación de Bilbao y su ría. La titularidad de diversos ámbitos e infraestructuras reside en unos casos en la competencia municipal y otros en la Diputación foral, el Gobierno vasco y el propio Estado a través del puerto, aeropuerto y diversas afectaciones ferroviarias. Esta pluralidad institucional pudo haber sido un obstáculo no menor, pero la voluntad de las partes lo ha transformado en una enorme fuerza consorciada dirigida hacia objetivos comunes.

El museo Guggenheim, inaugurado en 1997, simboliza el nuevo Bilbao que supera las dificultades y se proyecta al futuro. Un espíritu materializado en una arquitectura memorable que cada pocos meses se renueva con exposiciones que son hitos de atención para el mundo global. La última de ellas, Joan Miró: París, 1920-1945. Interesan algunas ideas del artista catalán: la inicial, su aversión a toda consideración estética y toda actitud intelectual sobre la creación artística: “mi obra está cargada de símbolos naturales, abiertos a la naturaleza, a sus enigmas, no al reino de las ideas”. Y también, en relación a su paleta de colores puros: “cuanto más simple es un alfabeto, más clara resulta su lectura”.

Después de añadir que “el mundo cerrado es algo obsoleto”, no debo más que señalar la feliz idoneidad de este encuentro entre Joan Miró y el Bilbao jovial, vibrante y emprendedor que lo acoge.

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