Opinión

No se les engañó

Lo que más sorprende de los sondeos electorales es que la ciudadanía valore positivamente la mayoría de las medidas del Gobierno —con la excepción de reformas como las del solo sí es sí o la malversación— y, sin embargo, no extienda esa valoración a su presidente o sus ministros y no la exprese en la misma proporción en su intención de voto. Ese es precisamente el gran problema que afronta el PSOE, que, como se demostró en las elecciones andaluzas de junio pasado, no está siendo capaz, de momento, de movilizar a su electorado. De ahí que Pedro Sánchez pensara que con la reforma del Código Penal en diciembre se iban a acabar las leyes más polémicas y que podría dedicar este año electoral a vender sus logros para convencer a los votantes socialistas —y a otros, si pudiera— de que le respalden en las urnas en mayo y en diciembre.

Pero las cosas se le han complicado. Y esa no es una buena noticia para el PSOE, porque lo que más alimenta el antisanchismo, y de rebote el abstencionismo y la fuga de electores socialistas al PP, es su pacto de Gobierno con Unidas Podemos y sus alianzas con los independentistas de ERC y Bildu, con las contradicciones que esos pactos entrañan y las trifulcas internas que desencadenan. El 7 de marzo se vivió el momento más crítico de las desavenencias entre socialistas y morados, con zarpazos dialécticos que rozaron el insulto, proferidos, además, en sede parlamentaria. La causa, la decisión de Sánchez de reformar, contra el criterio de UP, la ley del solo sí es sí. Si los efectos indeseados de esa ley están causando alarma social, la refriega parlamentaria provocó desasosiego entre los socialistas y escándalo, o regocijo, entre esa “gente de bien” de la que habla Núñez Feijóo. Las heridas que la bronca ha dejado en los coaligados van a ser muy difíciles de restañar y ni siquiera el importante pacto sobre las pensiones, alcanzado después, ha ayudado a aliviarlas. Nada hace pensar que Sánchez vaya a romper la coalición, ni que vaya a echar del Gobierno a la ministra de Igualdad, Irene Montero, como le piden muchos. Así que esa bulla será probablemente el ruido de fondo que va a acompañar los mensajes con los que el PSOE tratará de vencer la abulia, la desconfianza o la decepción de sus votantes. Implorando, mientras, para que el caso Mediador y las casposas fotos de uno de su diputados —ya ex— no vayan a más, y para que los precios de los alimentos frenen su escalada, porque esos son dos asuntos que desgastan a los socialistas, no solo en el electorado de centro, también entre sus más fieles. Movilizarlos es la consigna, más cuando muchos escaños se juegan por un puñado de votos. En esta ocasión, no obstante, el electorado moderado, ese que podría bascular entre PSOE y PP, tendrá claro, cuando decida votar a uno u otro, que para formar Gobierno uno habrá de pactar con el espacio de Yolanda Díaz en el que se incluirá Podemos, y el otro tendrá que aliarse con la extrema derecha de Vox. No se vislumbra otra alternativa, así que esta vez no podrán decir que les engañaron.

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