Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Moción de primavera

Supongo que, como columnista con años ya de experiencia, no debería dejar de abonarme hoy al tema estrella, que estoy seguro copará todas las tertulias y buena parte de los artículos de opinión, amén de otros muchos foros. Y es que una moción de censura a un gobierno no acontece cada día, sea esta de la naturaleza que sea y tenga visos de prosperar o no. Sin embargo, no lo haré. Y, a pesar de que la palabra venga recogida en el título de este texto, la moción que les traigo hoy va de otra cosa... De flores.

Y no crean que es porque no tenga algunas ideas claras sobre la intensa jornada de ayer y hoy en el hemiciclo. Tampoco porque no haya podido seguir las sesiones, con ayuda de la radio y la televisión y alternando directos y material grabado, según las posibilidades de tiempo por otras obligaciones. No, quizá es por una postura activa y consciente sobre qué es verdaderamente importante y qué lo es menos. Y por eso, sin negar la importancia de todo lo que se habla y se dirime en foros tan ilustres como el mentado, déjenme que entorne la puerta y me vaya a la Naturaleza... Sin que ello signifique, claro está, que no siga madurando lo escuchado y lo visto ayer y hoy en sede parlamentaria, y otro día les cuente, por si a alguien le interesa la exposición de mi punto de vista.

Pero miren... para empezar, hablamos de un trámite parlamentario que, o mucho me equivoco, o nace desactivado. Ya sé que la Constitución lo amerita, y que todos esos señores y señoras tan serios creerán que están en el mismísimo obligo del país y... hasta de Europa. Pero, en lo práctico, será más material que dará de sí para un buen análisis de discurso, o quizá como termómetro de cómo se respira en lo tocante a la salud de las importantes e indispensables alianzas hoy entre partidos políticos. Y poco más. Cada uno se enrocará en lo suyo, con su parte de razón y alabando a los suyos. Unos defenderán su acción de gobierno y otros, en cambio, tratarán de reducirla a papel mojado, escandalizándose por casi todo y sin apreciar nada bueno en lo hecho. Y la vida seguirá. ¿O no?

No es el que hago un ejercicio de equidistancia, ¡válgame Dios!, pero sí de una cierta practicidad, visto lo que nos cuesta y lo poco aprovechada que está mucha de la desproporcionadamente engordada acción política en este país. Como les digo, es importante. Pero, como también afirmo, no tanto como se lo creen en tal ámbito, con actores muchas veces rebozados en sí mismos por décadas, y amplificados por una amplia caterva de altavoces de todo signo, que hacen de la praxis política y sus derivadas casi la principal industria de este país. O sin el “casi”. Y por ahí sí que no me apetece ir a estas alturas del partido.

Sea pues esta una moción de primavera. Porque la misma comenzó anteayer poco antes de la diez y media de la noche, señores y señoras. Y aunque mi estación favorita sea el otoño y la primavera se quede para mí en segundo puesto, estoy seguro de que esta época del año es de las más importantes para muchos de ustedes. Pero hay mucho más... Porque la primavera representa como pocos momentos del año una explosión de vida que, realmente, está amenazada. Y que el milagro de contar con seres que nos acompañan y cuya vida comienza estos días a brotar, y que muchas veces nos olvidamos de valorar en su justa medida, es parte de nuestro valor y bagaje . Porque sin ese reino vegetal que vuelve a despertar en gran medida, o sin tantos invertebrados, particularmente insectos, que constituyen el conjunto de la mayor masa del reino animal, habríamos desaparecido del planeta hace mucho tiempo ya. Por mucho que no seamos conscientes de ello.

Por eso hoy es día para alabar la primavera. Y el verano, el otoño y el invierno. Y la existencia en sí, y el complejo, delicado y maravilloso conjunto de equilibrios —cambiantes e interrelacionados— que se producen en los ecosistemas. Es momento de entender que lo que pasa hoy y siempre en el Congreso está muy bien, como el Derecho, la Economía y todas las capas de la cebolla que hemos ido construyendo desde que somos “homo sapiens sapiens” o antes, pero que no dejan de ser entes superficiales sobre lo verdaderamente nuclear: y estos son dichos equilibrios, la propia dinámica del planeta y su atmósfera o, ya en clave cosmológica, la relación del mismo con el resto del Universo. Todo lo demás, en lo que creo y en lo que me he fijado muchas veces, y a lo que le he dedicado tiempo de estudio y de análisis, es relativo. Profundamente relativo, por mucho que sigamos insistiendo en situarlo artificialmente en el centro mismo de nuestro interés colectivo.

Por eso hoy toca oda a la primavera, al menos por aquí. Oda a las flores, a los aromas y al verde intenso que sólo encuentra contraste con el blanco níveo que permanece en algunas cumbres o el precioso azul del mar. En esto me detengo ahora, y ya está. Y lo demás... ya lo digeriremos y trataremos de ver qué aporta o qué no, al margen de los egos, los códigos dimanados de los gabinetes de comunicación, la avaricia o la ambición. Trataremos de encontrar allí servicio público, hablar de honestidad y ver cómo contribuye a resolver —o no— los importantes retos en relación con la Naturaleza y nuestra forma de vida que, en diversos temas estratégicos y críticos, tenemos ahora sobre la mesa. O sobre la cabeza, que es peor, como espada de Damocles que —dicho sea de paso— empieza a caer ya...