Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Se vende... porque se compra

Vuelvo, una vez más, a este fantástico momento en que les saludo, deseándoles lo mejor en este día. Ya ven, un día nuevo, un recién hecho ejemplar del periódico y, como todos los miércoles y sábados, una nueva columna que les ofrezco con cariño. Textos donde gloso mis sensaciones e ideas, desde hace más de veinte años, sobre temas políticos y económicos que afectan a lo social. O, de vez en cuando, desde otros asuntos y otras sensibilidades. Y siempre con la idea de que me contesten, si quieren, y disfrutar así de esa maravillosa espiral hegeliana del conocimiento, aprendiendo y escuchándonos, con ánimo de ser cada día mejores.

Hoy, como siempre, el artículo está inspirado en algunos de los últimos acontecimientos que han tenido lugar en los últimos días. Y esta vez han sido los inequietantes narcosubmarinos, las enormes planeadoras abandonadas o varadas y las operaciones policiales para atajar esta verdadera lacra de la sociedad, las que ponen música a estas letras. Sí, hoy hablaremos de venta y compra de drogas.

Para ello déjenme que recuerde con cariño a José Luis Balseiro, fallecido hace poco más de un año. Él fue Jefe Superior de Policía de Galicia, pero antes tuvo como responsabilidad ser Comisario Provincial en A Coruña. Coincidí con él y con alguno de sus colaboradores en algunas reuniones profesionales, para tratar temas relacionados con la compra y venta de drogas. Él aportaba la visión y la experiencia policial, y yo iba por la parte social, desde mis responsabilidades de por aquel entonces. Teníamos criterios y puntos de vista a veces diferentes, pero otras veces más coincidentes. Y tuvimos ocasión de reflexionar sobre la oferta de diferentes sustancias prohibidas, y su relación con su demanda. Y, para mí, por aquí está el quid de una cuestión que, verdaderamente, es un gran quebradero de cabeza para la sociedad desde múltiples puntos de vista. Porque no lo duden, aparte de para cuatro que se enriquecen con ello hasta extremos insospechables, la droga es de lo peor que le ha sucedido a la sociedad. Y, si sigue existiendo su venta, es porque alguien la compra.

Sí, no lo duden. Si hay venta de droga, y semejantes despliegues en alta mar para ello, o a través de los aeropuertos o por tierra, es porque hay demanda. Porque se compra. Y aquí, como les digo, entiendo que hay que incidir más en esta cuestión que en ningún otro extremo de esta película de terror. Por eso buenamente, como puedo, trato de extender esta idea en mi trabajo con personas jóvenes, actualmente desde el mundo educativo. Nadie, salvo hipotéticos casos extremos bajo criterio médico, necesita sucedáneos de las sustancias que nosotros mismos generamos en el cuerpo para poder encontrarse bien. Y entrar en la rueda de su consumo es, tantas veces, hacerlo en la de la desesperación, el deterioro mental y físico y, muchas veces, en la de la muerte. La droga mata, y esto hay que explicarlo así, sin ningún tipo de paliativo. Y claro que hay que luchar para que no haya oferta de la misma, con operaciones como de las que se nos habla en los tabloides. Pero un éxito en ello más sostenible y duradero vendrá, sobre todo, atajando su demanda.

Es por ello preciso, para mí, dedicar muchos más recursos a hablar de las drogas, y de sus extremadamente perniciosos efectos para el organismo. Es importante también, por mucho que suene incómodo, explicar la problemática asociada a la ingesta de alcohol. Y, así, preparar a las nuevas generaciones para un rechazo frontal a todo aquello que implique renunciar al control de sus propias emociones, sensaciones y estados de ánimo. A todo lo que sea sinónimo de delegar su modulación en sustancias que no les aportarán nada nuevo. Algo que hoy implica nadar contra corriente, por el profundo sesgo cultural a favor del alcohol, y por la desinformación que liga las llamadas “drogas blandas” con supuestas —y falsas— propiedades beneficiosas.

Lo cierto es que hay personas interesadas en que nuestros jóvenes se inicien pronto en el consumo de drogas. ¿Por qué? Pues porque les va en el bolsillo. Porque son sus potenciales clientes del futuro. Y por ello no dudarán en regalarles en un principio dichas sustancias, para luego hacer más caja. O, como en tantos casos, para que sean nuevos brazos de su organización, iniciándoles en el menudeo, en el tráfico. Y eso se combate solamente con ideas claras, personalidad firme y alternativas saludables de vida. Creo que en todo ello hay que invertir más que en ningún otro elemento cuando hablamos de la lacra social que es la droga. Y hacerlo desde un pacto de Estado muy sólido, con recursos y sin ambages. Y con medios suficientes.

La droga arruina la vida, y destroza a quien la consume. Aísla a los individuos y rompe las relaciones sociales. Convierte la vida en un remedo de ella misma, y al mismo tiempo que ataca al cuerpo lo hace a la mente, a la brillantez cognitiva y a las relaciones familiares, sociales e interpersonales. Hay que atacar a la oferta, por supuesto, y son buenas noticias las operaciones que desmantelan la capacidad operativa de los cárteles sin escrúpulos. Pero, sobre todo, es crítico el trabajo del día a día y callado, en las distancias cortas, que desactiva la posibilidad de que haya demanda. Porque, no lo olviden, aunque nademos entre toneladas de heroína, cocaína, marihuana y hachís, si estos no nos interesan ni los consumimos, terminaremos de una vez con el problema.

Déjenme que, para terminar, dedique a esta columna a todas las personas que, desde muy diferentes ángulos, tratan de crear una sociedad más libre de sustancias estupefacientes, altamente nocivas para la salud. Y, aviso a navegantes, yo incluyo aquí el alcohol en su consumo exacerbado, asociado a ocio y desfase, y presentado a la juventud como indispensable para socializar y disfrutar del tiempo libre. O asimilado como tal por asimilación de la conducta, ante ellos, de sus mayores.