Opinión | Política internacional

Alta diplomacia china

Un nuevo orden internacional se está construyendo lentamente. China siempre ha repetido que su modelo no es exportable al resto del mundo: tiene un anclaje muy sólido en su propia civilización confuciana que hace difícil ser imitado. Pero China tiene dinero, intereses económicos importantes, tecnología y estabilidad política

El presidente chino, Xi Jingping, durante su encuentro en Moscú con Vladimir Putin.

El presidente chino, Xi Jingping, durante su encuentro en Moscú con Vladimir Putin. / EFE

En los últimos 40 años sólo había un país que repartía los naipes en la partida de cartas de la política internacional: EEUU. Si otro lo hacía era por su directa instigación e instrucciones. Pero esta semana hemos tenido dos noticias relevantes que apuntan a un cambio: El establecimiento de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudí, los archienemigos chiitas y sunitas del golfo pérsico (o arábigo pues hasta en el nombre no se ponen de acuerdo) y el viaje de Xi Jingping a Moscú. En ambos China es la protagonista.

¿Qué tienen en común? No solo no siguen instrucciones de Washington antes bien van a la contra, y algo peor no respetan los tiempos fijados. Esto no significa, que estén creando “un eje del mal” sino que estamos viendo desmoronarse lentamente un orden internacional construido tas la segunda guerra mundial en torno a EEUU.

Arabia ha sido un tradicional amigo americano. La gestión de su petróleo estuvo mucho tiempo encomendada a manos americanas, (Arabian American company, ARAMCO), pero últimamente el clima se ha deteriorado (affaire Jamal Kassogui periodista muerto, recriminaciones de derechos humanos...). La “especial relación” de EEUU con Israel tampoco ayuda mucho. China, por el contrario, se lleva bien con Irán y Arabia. Compra petróleo a los dos, les vende mucho y su principio de no interferir en asuntos internos gusta todavía más a muchos países. Nada se ha dicho del premio chino por esta mediación, pero bien podía ser pago en Yuanes y no en dólares del petróleo comprado lo que sería un erosionante grave para la preponderancia global del billete verde.

El segundo tema es el viaje a Moscú de Xi. No ha ido a defender a ultranza a Rusia y venderle armamento, pero tampoco a recriminarle su invasión de Ucrania, ha ido a algo parecido a mediar. Xi llama amigo a Putin, pero sostiene el principio tradicional chino de respetar la integridad territorial de los países. Este viaje rompe el férreo bloque anti Putin y anti ruso que está imponiendo occidente. Pekín tiene no pocas maculas en su comportamiento: las islas artificiales en el mar de la China, Taiwán, Uigures, etc.... pero los autócratas de más de medio mundo se sienten más cómodos con el pragmatismo político y económico de Pekín que la mezcla camuflada de derechos humanos y comercio implacable de muchos países occidentales.

En el variopinto grupo BRICS: Brasil, Rusia, India, China, Suráfrica, quizá acaben entrando Arabia e Irán y no tendría que ser un bloque enemigo de EEUU, pero tampoco sometido al metrónomo de la política americana, a sus vaivenes electorales, y a sus intereses inconfesables. Este grupo representa más de la mitad de la humanidad y muchos de ellos en creciente desarrollo económico.

Un nuevo orden internacional se está construyendo lentamente. China siempre ha repetido que su modelo no es exportable al resto del mundo: tiene un anclaje muy sólido en su propia civilización confuciana que hace difícil ser imitado. Pero China tiene dinero, intereses económicos importantes, tecnología y estabilidad política sin bandazos electorales. China tampoco lee la cartilla moral al mundo, cosa que irrita de sobremanera a indios, chinos, árabes, africanos que no provienen de la filosofía de la Ilustración, ni de la separación de poderes de Montesquieu. La diplomacia China es “flexible” respeto a gobiernos con los que solo comercia, no juzga.

Hay un grupo de principios liberales que Europa, EEUU y su órbita de influencia creemos: elecciones, prensa libre, rule of law, derechos humanos y economía de mercado. Pero el resto del mundo no, porque su conexión con la Ilustración del S.XVIII es lejana y detestan las lecciones morales de occidente, del hombre blanco que les explica cómo deben comportarse. Le sabe a neocolonialismo.

El mundo no ha cambiado todavía. Washington sigue siendo el epicentro, pero cada día que pasa lo es un poco menos. Este viaje a Moscú de Xi y su mediación entre los archienemigos Irán y Arabia Saudí son dos pasos importantes en esa nueva dirección.