Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Gestación subrogada (otra vuelta de tuerca)...

Buenos días, queridos y queridas. Si están ustedes de vacaciones, les deseo lo mejor en ellas. Y si no es así, que les vaya fenomenal en la tarea y ojalá pronto pueden descansar. Si además trabajan ustedes en sectores como la hostelería, el turismo, o algún otro con especial volumen de actividad en estos días, mucho ánimo, que se aproximan días muy intensos. Porque, no lo olvidemos, para que algunos podamos parar un poquito en estas jornadas, otros dan lo mejor de sí durante horas y horas...

Saludados ustedes, que siempre es importante, les cuento que hoy traigo un tema que siempre es polémico, y del que no es la primera vez que hablamos. Es la gestación subrogada, de la que vuelven a correr ríos de tinta estos días, en los que se ha conocido que un personaje público ha hecho uso de ella. Sin centrarnos en este hecho concreto, y con el ánimo puesto en generar una sociedad mejor, más inclusiva y equitativa y con más oportunidades para todas y todos, procedo a contarles mi opinión sobre ello.

Si me siguen ustedes desde hace algún tiempo, en realidad ya la conocen. Y esta es que aspiro a vivir en un mundo donde no sea posible mezclar la cuestión crematística —el dinero— con algunas otras muy sensibles, que creo merecen relaciones entre las personas basadas en la simetría. Es este para mí el caso del acceso a órganos, el sexo y, también, la gestación de seres humanos. Entiendo que son posibles diferentes configuraciones para abordar esta temática, pero que nunca ha de primar una basada en el mercantilismo, donde el que pretende satisfacer sus necesidades paga a otro que, en cambio, necesita ese dinero. Porque no nos engañemos, y aquí radica una de las falacias asociadas a menudo con toda esta temática, la mujer que gesta un ser humano para otro, la persona que accede a tener relaciones sexuales con un tercero que le paga, o quien pone en peligro su vida para donar “in vivo” un órgano a un tercero, lo hace por necesidad. Ni por ganas ni por deporte. Lo hace debido a la profunda asimetría existente en la sociedad global, con extremos verdaderamente sobrecogedores.

A partir de aquí se han inventado historias interesadas, donde se reivindica la libertad o se plantean mil y una caretas para tapar la evidencia. Se llega a decir que quien está en situación de prostitución es porque le apetece. Y que quien gesta para otro lo hace por solidaridad. No. Eso puede ser en un número muy residual o marginal de casos, teniendo bien claro que a quien le guste mantener relaciones habituales con diferentes personas se irá con quien quiera, no con aquel que aparezca por la puerta porque le puede pagar. Y es que en todos estos temas, lo gordo del pastel tiene que ver con tal necesidad a la que aludía. Uno dispone de recursos y paga, comprando por dinero lo que nunca debería ser comprado: un ser humano o un trozo de él. Y, más en concreto, una mujer o un trozo de ella. No toca, de verdad.

Esta es mi opinión, que poco antes de escribir estas líneas tenía ocasión de compartir informalmente tomando café con un fantástico grupo de compañeras, en un entorno de belleza profunda y serena. Ya les he contado otras veces que he tenido ocasión de expresar también mis ideas al respecto en entornos más formales, como en alguna ponencia con algún grupo parlamentario de O Hórreo, o en múltiples mesas redondas y tertulias. Y, honestamente, creo que no hay que cejar en el empeño, vista la presión por elevar a categoría de normal una supina mercantilización de la mujer, lo cual para mí constituye, directamente, violencia de género. Eso no quiere decir que haya que demonizar, por ejemplo, a las mujeres en situación de prostitución. No, ya que ellas son víctimas. Pero tampoco legalizar tal actividad, lo cual supone darle carta de naturaleza y asumirla como algo comprable y vendible. De la misma forma, estoy orgulloso de vivir en un país donde es delito, directamente, el tráfico de órganos. Y en el que la gestación subrogada a cambio de dinero —prácticamente toda— es ilegal. ¿Por qué? Pues por lo dicho. Lo contrario es abrir la puerta, definitivamente, a que absolutamente todo se pueda vender, consolidando aún más la dominación de unos sobre otros —y más, sobre otras— en función del volumen de su cuenta corriente.

Y ya ven, tiro piedras sobre mi propio tejado. A mí, con pareja chico, me hubiera ido de perlas la posibilidad de tener los hijos que hubiera querido tener vía alguna fórmula “de encargo”. Pero ni se me pasa por la cabeza. Asumo que mis supuestas necesidades no son lo importante aquí, sino el mantenimiento de una ética donde el capital y su influjo no salgan del ámbito estricto de las mercadurías y de los servicios, y no contaminen otras parcelas inherentes al hecho de ser humanos.

Bueno, ya me dirán qué les parece, amigos y amigas. Yo, por hoy, les dejo. Cuídense mucho estos días, sean felices y... aprovechen para hablar con los demás sobre los temas que realmente importan, en los que necesitamos consensos y carretas de buenas intenciones.