Opinión | Solo será un minuto

¿Te atreves a intentarlo?

Odio buscar la cruz para que desaparezca un anuncio en la página. Me desespera tener que aceptar o rechazar los cookies cada dos por tres, sean o no imprescindibles. Me irrita que una granja de algoritmos me convierta en conejillo de Indias y cuando busque información sobre un escritor luego me inunden de anuncios sobre sus obras. Odio que en cierta red social haya tanto movimiento hacker que algunos de mis contactos más serios de repente han sido sustituidos por mujeres con menos ropa que Tarzán. Y me cabrea que un robot al que no conozco de nada me pida sin presentarse siquiera que le demuestre que no soy un robot y para acceder a determinados territorios me haga identificar todos los cuadrados en los que hay fragmentados semáforos o autobuses o pasos de cebra o bicicletas o ferreterías. Sobre todo, me cabrea fallar varias veces en algo que parece sencillo. Y de sencillo nada: pinchas y pinchas y te dicen sin cortarse que no, que no pasas la prueba. Vamos, que te llaman robot a la cara y te obligan a repetir y repetir hasta como si se tratara de un experimento sociológico para averiguar cuánto tiempo puede perder alguien en tonterías. Somos prisioneros de necesidades innecesarias, obligaciones que nos imponemos nosotros mismos, peajes en carreteras que no conducen a ninguna parte. Eso incluye las redes sociales o los grupos de mensajería donde mucha gente se pavonea o se lanza a sacar punta a todo sin molestarse en formular un argumento que valga la pena. ¿Es posible soltarse de esos grilletes virtuales que roban tiempo y se llevan nuestra intimidad como botín para comerciar? ¿Se puede dejar a un lado tanto hábito que no aporta nada, tanta devoción por diosecillos virales? Solo hay una forma de averiguarlo: intentándolo. ¿Te atreves?

Suscríbete para seguir leyendo