Opinión | Solo será un minuto

El cuento del bobo feroz

Érase una vez un bobo feroz que se despertaba cada mañana con el ceño fruncido. Su primer y único pensamiento legañoso ya estaba lleno de odio o desprecio o resentimiento o... Puntos ofensivos hacia el prójimo. Se había dormido haciendo ajustes de cuentas con todas las personas que durante el día habían hecho méritos de sobra para ocupar su lista negra, y nada le ayudaba más a conciliar el sueño que imaginar pesadillas exclusivas para ellas. En esa lista estaban todos aquellos seres que tenían ideas políticas o futbolísticas (o...) no ya distintas, sino abiertamente opuestas a las suyas, inspiradas en su mayoría por sombríos iluminados de los púlpitos incendiarios. Se podían contar con los credos de varias manos los campos sembrados de minas que estallaban al menor contacto con la cerrazón y el desprecio a lo diferente. Le bastaba desayunar sintonizando ciertas emisoras o aumentando el volumen de ciertos canales para encontrar dianas a las que apuntar. Conceptos como respeto a la diversidad, tolerancia o empatía no tenían la menor posibilidad de sobrevivir cuando se trataba de ir a la guerra. A la guerra virtual, claro, porque en la real era de los que aceptan sin rechistar su condición sumisa en cualquier escenario público o privado. Pero cuando entraba en su red social favorita... las cosas cambiaban. Vaya si cambiaban. Ahí se desprendía de la hiel de cordero, se enfundaba en un seudónimo belicoso o abiertamente tóxico y ponía las garras a remojar en bilis para diseminar sin argumentación palabras tóxicas. Podía atacar con insultos racistas al entrenador de su equipo u homófobos al rival de turno, o embadurnar a los políticos enemigos de basura, o poner a caldo borriquero a cualquier famoso que le cayera mal, feliz como una perdiz disparando perdigonadas impunes.

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