Opinión | La espiral de la Libreta

El lugar común del fracaso (y el éxito)

Qué peculiar coincidencia. Aparecen juntas, concomitantes en el tiempo, dos novelas inéditas de dos autores muy leídos y admirados: Gabriel García Márquez y Manuel Vázquez Montalbán. La del nobel colombiano se titula En agosto nos vemos y verá la luz en la primavera de 2024 de la mano de Literatura Random House. Y será editorial Navona la que publique el próximo otoño, en octubre, el texto del autor barcelonés, aún sin título. Una última novela (García Márquez) y la primera (Montalbán). Dos autores muertos que se marcharon sin haberse ido nunca del todo.

Según revela la periodista Elena Hevia, el manuscrito de En agosto nos vemos —versa sobre una mujer en la cincuentena abducida por el impulso irresistible de mantener una relación sexual con un desconocido— llevaba 10 años dormitando en la Universidad de Texas, entre otros papeles del autor de Cien años de soledad depositados en el centro docente. El texto de Vázquez Montalbán ha aparecido “por casualidad”. Lo ha encontrado el profesor José Colmeiro, catedrático de Filología Hispánica en la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda), entre los documentos que los herederos del escritor legaron en 2016 a la Biblioteca de Catalunya. Según la editorial, la novela traza “un retrato mordaz y despiadado de la sociedad barcelonesa de los años 60”. Colmeiro abrió una caja y ahí estaba. La maravilla de encontrar sin buscar.

La contingencia de la desempolvadura y el hallazgo invitan a pensar en la decepción, en los minúsculos naufragios. Ambas novelas contienen algo de esa energía. Vázquez Montalbán presentó la suya al Premio Biblioteca Breve, muy probablemente entre 1964 y 1966, y no lo ganó; en su lugar, se llevaron el galardón Guillermo Cabrera Infante o bien su gran amigo Juan Marsé, por Últimas tardes con Teresa. ¿Representó una pequeña frustración? De la misma forma, el colombiano arrastró durante años el borrador inconcluso, si bien, a decir de los expertos, contiene escenas claras y un final preciso. Gabo, tan puntilloso con las correcciones, no pudo terminar la novela, porque se le echó la desmemoria encima. Sabía que ahí dentro vibraba algo y por ello no destruyó el manuscrito. Ninguno de los dos lo hizo, sabedores quizá de que tanto el éxito como el fracaso son dos grandes mentiras. Accidentes. Dos lugares comunes.

En parte, vivir consiste en naturalizar los pequeños fracasos. Nada sale nunca como uno quiere. Si te paralizara pensar que hoy vas a tropezar, ni siquiera saldrías de casa. Perseverar, a pesar de todo.

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