Opinión

Ya no saludo ni beso más

Hace tiempo que la gente, si no se conoce, ya no se saluda. Hace unos cuantos años si te cruzabas con alguien en la escalera, en un párking, al entrar o al salir de un ascensor, paseando por el campo o incluso al cruzarte en una calle solitaria, las personas nos saludábamos. Saludarse representaba un acto de cortesía; dicho coloquialmente, se trataba de una actitud de buen rollo frente a un desconocido con el que deseabas conectar con un educado “buenas noches” o un “hasta luego”. Nuestra sociedad se ha vuelto egocéntrica y la convivencia, una cuestión de interés.

Todo aquel a quien no tratamos, lo ignoramos. Al vecino ya no le vemos como aquel con quien compartimos un lugar y que por simpatía le regalamos un saludo, sino que le vemos como un extraño al que ignoramos, incluso con la mirada. Antes parecía normal que si dos personas se cruzaban en la soledad de un párking o en la quietud de un bosque, se miraran y se saludasen. Es más, ahora si al entrar en un comercio se me ocurre saludar a quienes están esperando ser atendidos, me miran de forma extraña como si lo hiciera para llamar la atención. Decir adiós al abandonar un ascensor es obtener, muchas veces, el silencio por respuesta. Así que, vista como va la cosa, he decidido no saludar a nadie. Me apena llegar a eso, pero sospecho que nadie va a echar de menos mis saludos.

Es más, voy a extremar esta decisión hasta el punto de dejar de besar a aquellas señoras que me presentan. La pandemia me ayudó a ver lo absurdo de tener que besar a una persona cuando me es presentada en el ámbito profesional. Otra cosa es cuando hay amistad o parentesco de por medio, pero la vieja costumbre de estrechar la mano a los señores y besar las mejillas de las mujeres, ya no. Que nadie piense que no me gusta besar, ¡qué va!, me encanta; siempre que no se trate de un formulismo forzado en el que la mujer interpreta un papel que a veces, estoy seguro, les debe resultar incómodo. Además, con esta decisión me ahorro absurdos choques de pómulo contra pómulo, tan mecánicos a veces, que son cualquier cosa menos un beso. Así que: un saludo a todos y, a partir de ahora, desen, señoras, todas ustedes por besadas.

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