Opinión

La edad del carbón dulce

A partir de la cincuentena, a medio camino entre una edad de oro a la que cuesta dejar marchar, y de una madurez que amenaza con volver viejos unos cuerpos que —inútilmente— algunos se empeñan en conservar en formol; para muchas personas el presente y el futuro se tornan negros como el carbón.

Y es que, de pronto, uno se hace consciente de que quizás lo mejor ya pasó mientras vivía cada día esperando lo peor.

Al mismo tiempo que la gravedad hace estragos en los cuerpos, el metabolismo se vuelve más vago, la piel más frágil y la salud más débil.

Pero más allá de la decadencia física a la que todos —un poco antes o un poco después y con mayor o menor virulencia—, estamos abocados, resulta incuestionable que el paso del tiempo va dejando en las almas un sabor a desilusión que, paradójicamente, va unido a otro de tranquilidad.

La desilusión de la que hablo está intrínsecamente relacionada con el hecho de haber vivido lo suficiente como para uno darse cuenta de que muchos sueños tendrán que posponerse a otras vidas (si es que estas existen), así como a una pérdida de fe en las veleidades de muchos integrantes del género humano, a fuerza de tropezar varias veces con distintas piedras.

Sin embargo, el transcurso del tiempo también nos regalará una tranquilidad prima hermana del deseo de descansar de una lucha por progresar, a la que los más jóvenes se seguirán enfrentando unos cuantos años más —tal y como hicimos en su día nosotros mismos—, con las alforjas llenas de ingenuidad y de poco que perder.

Pero no hay que olvidar que el carbón es en sí mismo, aparte de negrura, fuerza motor. La mayor fuente de energía mundial para generar una electricidad indispensable en el planeta…, casi tanto, como la generación de la que hablo en estas líneas: sabios por la experiencia, a veces cansados por las fatigas derivadas de mil frentes a la vez durante años, pero felices por haber cumplido metas y por hacerlo siempre con un regusto de dulzura que, como si del carbón de Reyes Magos se tratase, la vida va dejando en nuestros labios.

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