Opinión | Shikamoo, construir en positivo

En el Día Mundial de la Libertad de Prensa

Vuelvo a saludarles, y hoy lo hago en 3 de mayo. Un día que, cada año, es especial para todas aquellas personas que, de una forma o de otra, nos asomamos a la vida desde un medio de comunicación. Y es que, desde 1993, en esta fecha se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa, coincidiendo con la Declaración de Windhoek, auspiciada por Naciones Unidas a propuesta de la Unesco. Una de esas fechas importantes, en las que ya ven que me permito ir contra la norma y comenzar en mayúscula, a la alemana, cada uno de los sustantivos que describen lo celebrado en tal jornada. Y es que sin libertad de prensa... ¿qué nos queda?

Miren, vivimos una época trufada de información como nunca en la Historia. Basta teclear cualquier asunto en un buscador, para tener varios millones de referencias sobre el mismo. Pero... ¿cuánta de tal masa de datos es veraz? ¿Qué es información y qué es desinformación? ¿Cuál es el criterio de autoridad que valida tales noticias? Todo eso, no sé si están de acuerdo conmigo, es muy sibilino y poco claro hoy, de forma que tanto como tener acceso a la información es crucial en estos tiempos tener las claves para saber por dónde sí y por dónde no hay que moverse a la hora de creer lo que nos cuentan. ¿Por qué? Pues porque no solamente hay en la red presunta información no contrastada o, directamente, errónea, sino que la propia difusión de noticias falsas es una estrategia de contaminación, de debilitamiento o, directamente, de agresión. Hay información, sí, pero hay que tener más cuidado que nunca con ella.

Es por eso por lo que el ejercicio de la labor de la prensa es crítico, y el mismo no puede estar condicionado por los intereses, las presiones o los deseos de gobiernos, poderes fácticos o determinados grupos de poder. Es necesario poder hacer tal trabajo en libertad, independientemente de las consecuencias que tenga tal actividad periodística. Una sensibilidad que Naciones Unidas comprendió ya en 1993, hace treinta años, y que sigue muy vigente. Y es que, en palabras de la propia agencia multilateral, “la libertad de los medios de comunicación, la seguridad de los periodistas y la libertad de expresión sufren cada vez más ataques, lo que repercute en el cumplimiento de otros derechos humanos.”

No imaginen ustedes que los ataques a la libertad de prensa tienen siempre la forma de secuestros, tiros en la nuca, bombas u otros episodios tan impactantes y execrables. No. Otros son mucho más sutiles, pero también existen y se cobran su trofeo: el secuestro de la información y la consecución, entonces, de una sociedad peor, en la que la verdad queda relegada a los intereses de los promotores de tal persecución. La preferencia institucional, la subvención selectiva y determinadas formas de publicidad institucional o corporativa ligadas a un tratamiento mediático más “comprensivo” son también flagelos indiscutibles del ejercicio periodístico en libertad. Y esos son mecanismos más discretos y más próximos que otras lacras de trazo mucho más grueso.

Es Naciones Unidas quien también afirma sin ambages que hoy “la conexión histórica establecida entre la libertad de buscar, difundir y recibir información y el bien público sigue siendo tan relevante como en el momento de su firma”. Un párrafo que no puedo menos que suscribir al cien por cien y que ha guiado, desde hace más de veinte años, mi colaboración con editores y periodistas de este medio y otros. Y es que, no lo olviden, una sociedad más informada es una sociedad que tiene la oportunidad de actuar mejor en el sentido de la búsqueda del bien común. La desinformación o el desconocimiento son el perfecto caldo de cultivo para la aparición de la espiral del miedo y, a partir de ahí, del odio. Las cosas claras, las responsabilidades individuales y colectivas asumidas y los hechos a la vista constituyen, en cambio, el mejor soporte nutritivo para la democracia y, consecuentemente, para la libertad de las personas. Cuando las cosas no se pueden contar o cuando se impone el relato del que domina, todo eso queda supeditado a los intereses del mismo. Y, por tanto, el daño es irreparable.

¡Feliz día de la Libertad de Prensa, medios y periodistas del mundo entero!