Opinión

Miqui Otero

Que vivan los novios (de la IA)

Cuando el beodo padrino de la boda, con la corbata prematuramente desanudada, agarra el micrófono como si fuera el de la última canción de un karaoke y se dispone a dar el discurso (le costará, como le costaría decir la erre de la palabra padrino), en las bocas de los invitados se mascan dos cosas: 1 / canapés de salmón y huevas de anchoa, y 2/ la tragedia. “Seré breve”, amenaza, porque hasta Fidel Castro, en el encabezamiento de sus discursos de cuatro horas, prometía síntesis. “Hay errores que se comenten en cinco segundos y que duran toda la vida. Como cuando el novio, aquí presente, me envió por error una fotografía de una mujer desnuda con el emoji de una berenjena. Lo borró un segundo después, pero lo vi [risas incómodas]. O como cuando se pronuncie hoy el sí, quiero”, dice, para dos segundos después, demasiado tarde, añadir: “Era broma. Bueno, lo de la foto, no”.

Todos hemos vivido alguna situación parecida. La del encargado del parlamento nupcial que, con inconsciencia o con maldad, con atenuante etílico o a palo seco, tensa demasiado la broma con uno de esos chistes que vacían habitaciones, deshacen congas y congelan sonrisas. El hecho de que se suelan dar dos discursos, uno del padrino y otro de la madrina, no ayuda: se escarba en estos discursos en el pasado de los que van a unir sus destinos y ahí siempre hay agujeros de la memoria y ángulos ciegos no confesados. Esos discursos son, en definitiva, campo minado.

La inteligencia artificial ha llegado al rescate. Leo en la revista tecnológica Wired que triunfa en EEUU una aplicación que, usando la tecnología de Chat GPT, puede generar discursos de boda emotivos, contenidos y sin margen para el error. De hecho, se le puede especificar que lo haga con el estilo de Shakespeare, de Bob Dylan o de Arévalo. El ser humano que tiene que hablar en la ceremonia introduce datos del homenajeado, le informa de su carácter, de sus gustos, de su vida, y la máquina devuelve un speech blanco como algunos vestidos nupciales drapeados. Es más, Joy, que así se llama, también ofrece la posibilidad de pedirle el brindis ideal (más allá del “que vivan los novios”) o el cóctel idóneo. Estos días también, los guionistas de Hollywood van a la huelga: entre sus muchas peticiones, quieren debatir el uso de inteligencia artificial. Y Geoffrey Hinton, apodado el padrino de la IA (como se es un padrino de bodas), ha abandonado Google para poder advertir con libertad del peligro que supone el uso de estas tecnologías. Según ha dicho a The New York Times, se debería parar su avance hasta saber si podremos controlarlas o nos controlarán a nosotros.

Yo me estrené en esto de los discursos de ceremonias a los 7 años, con las bodas de plata de mis tíos Felisa y Pepe. Desde entonces, como le ha sucedido a cualquiera que apunte maneras en esto de la escritura o que, dios no lo quiera, se gane la vida escribiendo, lo he hecho en infinidad de ocasiones. Era lo único que le podía ofrecer al mundo: un buen discurso. La tecnología me ahorrará el nerviosismo, pero también mi función en esta sociedad. Que confiemos el momento más importante de la vida (eso dicen que es una boda) a un robot se puede no entender o entender perfectamente. Nos ahorramos el error humano, aunque es algo triste que el cariño brote de un algoritmo. Pero si hasta eso queda en sus manos, contar nuestra vida, o la de una de las personas que más queremos, imaginemos cualquier otro tipo de trabajo. Por ejemplo, una columna de opinión, apocalíptica pero humorística, como la que acaban de leer.

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