Opinión

Moncho Viña | Periodista

Nos enseñó a sufrir y a sobrevivir para disfrutar del fútbol

El fútbol no es una ciencia, afortunadamente. Son sensaciones e ilusiones y cada uno las percibe y las maneja como considere.

Por eso es trivial discutir sobre quién fue el mejor jugador de la historia —aunque en la lista de candidatos no hay muchas discrepancias— o qué partido es el más bonito de todos los tiempos.

Entre su etapa de futbolista, de segundo y de primer entrenador, Arsenio Iglesias estuvo ligado al Dépor un cuarto de siglo. Esto ya es un récord.

Con hitos imperecederos en la memoria del deportivismo: el del ascenso del 71, el del gol de Beci, que fue el último antes da longa noite de pedra que duró 19 años; la permanencia del 88 con el gol de Vicente en la última jugada del partido; el ascenso del 91 con el incendio de Riazor que quemó el meigallo; el angustioso partido de permanencia en el campo del Betis que finalizó con el Cuánto sufrimos, Martín; el Superdépor de la 92-93 con aquel fútbol maravilloso; con el amargo segundo puesto en la liga por el penalti errado de Djukic que nos daba el título; con la copa del Rey del 95, el primer título oficial del fútbol gallego en toda la historia; con los 12 partidos en competiciones europeas con recuerdos tan felices como el debut en Aarlborg o la victoria en el campo del Aston Villa o incluso tan amargos como la injusta eliminación en el campo del Borussia Dormund.

Posteriormente vendrían otros exitazos pero quién nos enseñó a sufrir y a sobrevivir para disfrutar del fútbol como nunca lo habíamos hecho fue Arsenio.

No me pidan ni que compare ni que sea objetivo porque no pretendo ni quiero serlo.

Yo empecé profesionalmente en la información deportiva en el año 80 y no conozco el motivo pero sí sé que desde el primer día congeniamos, nos entendíamos sin hablarnos.

Yo notaba que, sobre todo en los desplazamientos, él estaba cómodo conversando conmigo y yo con él.

Y, como yo era de los guerreros informando u opinando, tengo hablado muchas veces con él de su forma de reprenderme en público con palabras y de animarme con las miradas.

Profesionalmente, le debo muchísimo a Arsenio y personalmente, también.

Lógicamente, la relación más habitual la mantuvimos después de regresar él de su corta y desagradable etapa en el Real Madrid.

“Onde nos vemos?”, preguntaba yo. “No redondo”, contestaba él.

O redondo era el Manhattan de la plaza de Pontevedra y allí tomamos muchos cafés, me contaba cosas de fútbol, de la vida y me presentaba a gente y siempre le decía lo mismo en esas presentaciones a los que no me conocían: “Moncho é periodista, pero é diferente, non é coma todos...”. Y a mí me encantaba, aunque no fuese cierto.

Y fuimos juntos en mi coche a muchos sitios: a varios partidos del Dépor en Vigo, a galas de la Federación Gallega de triatlón también en Vigo, a darle charlas a niños de un colegio en Cee, muchas veces a Caión para comer. A Laracha, a Sada, a Riazor para ver partidos juntos...

Claro que Arsenio era especial, incluso distinto o distante o cortante o...

Y eso era lo bueno, que no era, ni muchísimo menos, uno más.

A veces me hacía gracia porque quería ocultar que leía y quería hacernos ver que era un paleto, como decían algunos, pero en realidad era instruido, “turistiado” como decía él y con un sentido del humor que hacía que yo fuese capaz de estar horas y horas con él esperando aunque solo fuese una de sus genialidades. Porque con una ya valía la pena todo.

Arsenio era mi amigo y estoy orgullosísimo de poder presumir de ello.

Y creo que cuando más se alegraba de verme, y yo de verlo a él, fue en los últimos años y ya con parkinson avanzado cuando quedábamos para tomar un café en el redondo que, por cierto, siempre pagaba él.

Y yo le dejaba y le recordaba “téñoche pagado moitos...”.

Alfonso Hermida, mi hijo Adrián Viña Menéndez y yo promovimos la campaña para que el Concello de A Coruña le concediera honores. Y se los concedió por unanimidad de todos los grupos.

El día del acto en el que lo nombraron Hijo Adoptivo de Coruña yo estaba orgullosísimo en el salón de plenos del Concello porque se había hecho justicia a lo que él había aportado a esta ciudad, que va más allá del fútbol.