Opinión | De un país
Lucharemos en las playas
En la dramática primavera de 1940 Francia había caído en manos de los alemanes. Los submarinos de la Kriegsmarine torpedeaban los suministros en el Atlántico y el pacto de no agresión Molotov-Ribbentrop aseguraba la paz en el este. Toda la fuerza germana parecía lista para descargarse sobre las islas británicas. El primer ministro Winston Churchill decide dirigirse por radio a los ciudadanos. Fueron tres discursos que galvanizaron el espíritu de los isleños y han pasado a la historia de la elocuencia. El primero es conocido como Sangre, sudor y lágrimas; el tercero, La hora más gloriosa; en medio, el 4 de junio, Lucharemos en las playas.
Salvando todas las distancias, hasta las más obvias, el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, lleva un año planteando un desafío a Pedro Sánchez en las playas, en los puertos y los acantilados. Un pulso por disponer de las plenas competencias en la costa gallega. Tratando de orillar la reforma del Estatuto, la Xunta ha presentado la proyectada Ley de gestión integral del litoral para su tramitación y debate en el Parlamento gallego. Una iniciativa seguida con expectación por todos aquellos que ven amenazados sus derechos concesionales dentro del dominio público marítimo terrestre y la contigua zona de servidumbre.
A estos y a Rueda se ha sumado, de forma sorpresiva, el secretario general socialista, Valentín González Formoso, quien como un nuevo Clement Atlee —aquel leal líder laborista integrado en el Gobierno de concentración de Churchill— no ha dudado en cerrar filas con el rival político en este momento de extremada sensibilidad electoral. El delegado del Gobierno, Gómez Besteiro, no ha necesitado demasiado tiempo para echar un jarro de agua fría sobre las brasas recordando la tradicional posición del Gobierno al respecto y acreditar, de paso, que las fiestas en el PSdeG duran un suspiro.
El correcto funcionamiento de la administración pública requiere, en sus mejores horas, un cierto distanciamiento respecto del administrado. El roce excesivo tiende a mezclar los papeles, con riesgo de deslizamiento hacia los supuestos del Código Penal. El ejemplo reciente de los agricultores de Doñana y la Junta andaluza, ilustra los vicios de la excesiva connivencia convivencial.
La costa gallega está mejor preservada que la del Levante, pero bastante peor que la del litoral cantábrico. Nuestros ayuntamientos y la propia Xunta no han mostrado, con carácter general, un especial cuidado y sensibilidad dentro de sus actuales responsabilidades competenciales. La batalla en las playas, los puertos y en cada metro de costa gallega no tendrá la épica churchilliana, pero está servida y promete sobresaltos.
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