Opinión | EL PATALEO

Vinicius, héroe señalado

El jugador brasileño es, ahora mismo, el mejor futbolista del mundo, pero tiene que escapar de las provocaciones y de todo aquello que le puede alejar de lo importante, el fútbol

Vinicius posa con el trofeo de la Copa del Rey.

Vinicius posa con el trofeo de la Copa del Rey. / EP

¿Hacen falta más pruebas? Vinicius es, ahora mismo, el mejor futbolista del mundo, el más desequilibrante, el más temido. Su brutal cambio de ritmo es insostenible para cualquier defensa. Ni rápido, ni fuerte, ni experto, ni con ayudas: todos sucumben ante él. Además, es insaciable, nunca se rinde, siempre quiere más. Cuando el balón le quema a los demás, cuando nadie mira de frente a la adversidad, aparece él con un desparpajo insultante. Ya lo demostró con dieciocho años echándose al equipo a la espalda y levantando a los espectadores de sus asientos. Lo tenía todo. Menos el gol, que se le resistía y que le convirtió en carne en meme. Fue una época dura para él. Las burlas por su poca capacidad goleadoras se multiplicaban. Sus fallos eran virales. Se empezaba a dudar seriamente si lo mejor era una cesión o incluso un traspaso. Y, resulta, que aguantó, se hizo duro y ganó la confianza necesaria para convertirse en lo que hoy es. En Sevilla, el Madrid ganó la copa en una final que tuvo como gran protagonista al brasileño, como no podía ser de otra forma. Lo fue por lo futbolístico y lo no futbolístico. Y ese es el otro gran debate en torno a él.

Vinicius se encaró con los rivales, celebró un gol en su cara, se dirigió al público de Osasuna tocándose el escudo y se descentró en algunos momentos con sus ya habituales protestas a los árbitros, a los que, por cierto, no saludó en el inicio de partido. Este no es el camino. Vinicius tiene que escapar de las provocaciones, que las sufre de forma habitual, de los insultos, que los escucha con frecuencia, y de todo aquello que le puede alejar de lo importante, el fútbol. Aún es joven y tiene que aprender ciertas cosas. Por ejemplo, a escuchar a aquellos que le dicen la verdad y no a los palmeros que le susurran al oído que todo lo que hace está bien y que en España se le persigue. Siempre buscando enemigos externos, siempre malmetiendo. Qué pena. Pero volvamos a lo que nos hace disfrutar. Obviando esas polémicas, la realidad es que merece la pena pagar una entrada para verle. Y eso hay pocos futbolistas que lo puedan decir. Que Vinicius siga disfrutando, jugando al fútbol como le gusta. Y punto. El resto, lo que le sobra, desaparecerá más pronto que tarde. Se llama madurez.

Ejemplar Club Atlético Osasuna. Su Copa del Rey ha sido para enmarcar, incluso en la derrota. Ver a miles de camisetas rojillas animando sin parar es el fútbol que nos gusta. La ilusión de un modesto por un título. Bravo por Arrasate y sus jugadores.

El sueño se esfuma. El Málaga lo tenía imposible para lograr la permanencia, pero el arreón de las últimas jornadas hizo ilusionarse a una afición inigualable. La misma que le acompañará donde sea. Porque no importa la categoría, importa el escudo.

¿Hasta dónde llegará Alcaraz? Su tenis, explosivo y técnico, alegre e intimidante, tiene absorto al mundo del deporte. Sus números con veinte años auguran un futuro esplendoroso. Ojalá mantenga la cabeza en su sitio. El entorno será fundamental.

El Madrid de baloncesto tenía que subir el Everest sin oxígeno. Es decir, regresar a Madrid con la serie aún viva. El miércoles, quinto partido para completar la hazaña ante el Partizan y olvidar la nefasta pelea del primer día.