Opinión | Crónicas galantes

El paro es un (buen) número

El paro, que normalmente sube y baja como un ascensor de Cantinflas, ha dado un parón el pasado mes, aunque lo más notable acaso sea que también creció el empleo. Esto puede parecer una perogrullada o incluso una de aquellas frases tautológicas —y antológicas— en las que abundaba Mariano Rajoy al decir, por ejemplo, que “no es cosa menor o, dicho de otra manera, es cosa mayor”. Pero no es el caso.

Ocurre a veces que aumente el paro y a la vez crezca el empleo. La aparente paradoja tiene fácil explicación en el uso de metodologías distintas y en el comportamiento de la población activa, por más que la Economía sea de suyo una ciencia tendente al enigma.

Por eso tiene particular mérito que la cifra de desempleo haya caído en 74.000 personas en abril a la vez que aumentaba en 240.000 el número de afiliados a la Seguridad Social. Son más de 400.000 empleos los creados en lo que va de año, a los que habría que sumar los del pasado 2022. Se trata de cifras felices, las dé el ministro del ramo o quienquiera que sea.

El Gobierno puede ufanarse —y, de hecho, se ufana— por estos números que en el caso de los cotizantes a la Seguridad Social alcanzan cifras de récord desde que hay registros sobre el asunto. La oposición, como es lógico, pone pegas estadísticas a los números; pero lo cierto es que debiera congratularse. Aun en el caso de que gane las elecciones, a nadie le gusta heredar un país lleno de parados.

En realidad, los empleos no los crea gobierno alguno —ni aquí, ni en Pekín—, sino las empresas y, por supuesto, los avatares de las finanzas en un mundo que se ha reducido al tamaño de un pañuelo.

A los gobiernos se les puede pedir, como mucho, que no estorben más de lo necesario en un proceso regido por la oferta y la demanda. Ahí están para demostrarlo los líderes maoístas de China, convertidos en los más fervorosos apóstoles del libre mercado tras su asombrosa conversión al capitalismo.

Aunque el paro sea un número, los números del paro de abril sugieren que el Gobierno no ha estorbado en exceso. Podría pensarse incluso que Sánchez ha seguido en este aspecto el manual de Rajoy, quien venía a decir, más o menos, que el gobierno consiste en evitar las extravagancias y meter la pata lo menos posible.

Algún mérito habrá que reconocer a Yolanda Díaz, siquiera sea porque es la titular de Trabajo. No solo se trata de que hable en susurros dentro de una Corte más bien dada a los gritos como la de Madrid. Es que ha conservado gran parte de la reforma laboral de Rajoy, mejorando, ciertamente, la estabilidad en los contratos y otras cuestiones de interés para los curritos. Se hace lo que se puede.

Otra cosa es que los sueldos sigan siendo manifiestamente mejorables; pero ese es asunto que depende del mercado y acaso exceda las competencias de cualquier gobierno.

Los nostálgicos —que aún quedan, y no pocos— suelen afirmar que con Franco había menos paro y nadie se preocupaba de IVA y IRPF. Pues claro. El dictador les empaquetaba sus desempleados a Alemania, Suiza y otras democracias masónicas, con lo que siempre le salían los números. El del paro sí que era entonces un numerito. Los de ahora son para celebrar, esté uno en el gobierno o en la oposición.

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