Opinión | El trasluz

Mucho daño

Hay días en los que, en vez de ser yo el que está dentro del mundo, es el mundo el que está dentro de mí. Me levanto de la cama con el mundo dentro y me duele con el dolor sordo con el que duelen las vísceras. A Unamuno, que no conoció la globalización, solo le dolía España. Eso no es nada: se quita con una aspirina. Pero el dolor del mundo, con sus minas de oro, por ejemplo, en las que trabaja la gente más pobre del Planeta, no se alivia ni con una cápsula de ibuprofeno cada seis horas. Llevo el mundo, con todas sus minas de oro, dentro de mí. Hace poco, en una de Arequipa, en Perú, murieron 25 obreros. Estaban allí abajo, en una estrecha galería, a no sé cuántos metros de profundidad, cuando se produjo un incendio. ¿Por dónde sales de una galería incendiada? Por ningún sitio: te mueres como un topo cuya madriguera ha sido rociada con gasolina y en la que luego han arrojado un trapo ardiendo. También siento la muerte de estos topos dentro de mí los días en los que amanezco con el mundo dentro.

Los días en los que amanezco con el mundo dentro, mis cavidades orgánicas se llenan de indigentes de todas las razas y colores: indigentes de Nueva York y de Rusia y de Bruselas y de la India y de Madrid, algunos a quince grados bajo cero, pero otros a cuarenta grados de calor a la sombra. Mueren dentro de mí soñando con la madre que les dio de mamar y que los acunó. Dicen: mamá, mamá, dónde te has ido; mamá, cómo he acabado así. Y yo los escucho suplicar dentro de mí, los escucho llorar y veo cómo observan los rostros de los transeúntes para tratar de adivinar cuál de ellos dejará caer una moneda en la lata vacía de sardinas en aceite. Un día me detuve cerca de un pobre y pasaron cerca de él 107 personas sin mirarlo. La persona 108, que era una joven tuerta, le tendió una moneda. Yo le tendí otra enseguida para romper la estadística.

Me deprime el mundo, me duele, me molesta y toso cada mañana como un fumador para expulsarlo, pero se queda a la altura de la garganta como un tumor, un bulto. Doctor, opéreme, quítemelo, aunque sea sin anestesia, porque no me deja respirar.