Opinión

Municipales, generales y polarización

Las últimas tres elecciones locales celebradas en España (2011, 2015 y 2019) fueron un buen predictor de lo que acabó pasando seis meses después, en las correspondientes elecciones generales. Por eso, es lógico que los grandes partidos a escala estatal se afanen en hacerlo ahora lo mejor posible. Si la realidad sigue a las expectativas, un buen resultado ahora pondrá una alfombra hasta las elecciones que se celebrarán en el último trimestre.

No obstante, hay un factor que puede romper esta lógica. La aparición de Sumar y el efecto Yolanda Díaz son secundarios en la campaña en curso. Pero pueden ser determinantes en las generales. Sobre todo, si la actual vicepresidenta segunda es capaz de integrar a Unidas Podemos de forma armoniosa. En ese caso, la diferencia entre el bloque PP-Vox y PSOE-Sumar se estrecharía significativamente. Aunque el primer puesto del PP en las elecciones sigue siendo lo más probable, la necesidad de pactar con Vox dificultaría o impediría el apoyo de la mayor parte del resto de fuerzas en el Congreso, que son de izquierdas o nacionalistas/regionalistas.

Por eso, si la aritmética parlamentaria hoy es harto difícil, puede llegar a serlo aún más en el ciclo político que comenzará con el año 2024. Y eso me preocupa. Porque creo que la polarización y el enfrentamiento continuo y exacerbado no es lo mejor para una sociedad. Las palabras gruesas, las descalificaciones, las exageraciones no son el ingrediente para el debate constructivo. No es incompatible la crítica y la oposición con el rigor y el cuidado de las formas; se puede estar en desacuerdo en muchas cosas y pactar en otras.

Una amplísima mayoría de los ciudadanos españoles se sitúa no demasiado lejos del centro ideológico, escapa de los extremos. En una escala que va de 1 a 10, de extrema izquierda a extrema derecha, los que se sitúan entre el 3 y el 7 son más del 80% de los ciudadanos. Y si la acortamos al intervalo 4-6, seguimos muy por encima del 50%.

Organizaciones empresariales y sindicatos, que mantienen posiciones de partida muchas veces antagónicas, llegan a acuerdos muy sustanciales y frecuentes que nos permiten reformar y avanzar. ¿Por qué los partidos parece que no son capaces de hacerlo?

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