Opinión | La hoguera

Psicosis electoral

La campaña electoral no había empezado y parece que llevamos ya 500 años con esta locura. Cada vez son peores, las campañas. Hace 30 años eran un coñazo, sí, pero ahora son... cómo decirlo... estomagantes. ¿Qué pasa con los jefes de gabinete, asesores y expertos en comunicación política a sueldo de los partidos? ¿Son sádicos? ¿Disfrutan con esto?

No son solo ya las bobadas que dicen desde las tribunas, en los mítines. ¿Quién va a los mítines? ¿El público de La ruleta de la suerte en las horas libres? ¿Qué clase de bocadillos de MDMA calzan a los asistentes para que luego se les vea tan sonrientes, tan relajados? Me brotan en la espalda más nudos que a una alfombra de lana con solo cinco minutos de telenoticias.

Por otra parte, lo que están haciendo en TikTok muchos de esos futuros alcaldes y diputados autonómicos roza el genocidio. ¿Recordáis cuando erais adolescentes y vuestro tío Manolo se puso una gorra para atrás y empezó a rapear en vuestro cumpleaños? ¿No? Yo sí. Esto me revictimiza.

Por no hablar de los videoclips, de la música, ese infierno. Creen que hacer canciones es bueno. ¿Habéis oído esa en la que Ayuso dice que “tiene ganas”? Primero susurran, chasquean los dedos, y de pronto están todos bailando en una plaza de toros. Hay gente en ese vídeo que tiene la muerte tatuada en los ojos, son sonrisas de electrochoque. Es todo demasiado raro, ortopédico, insoportable. La canción es tan idiota, tiene tan poco sentido, que seguramente sea una jugada maestra, una táctica pavloviana. Pues aunque parezca mentira, hay cosas peores. Buscad en Youtube la canción que ha hecho el PP para Torrejón, o la que ha hecho Podemos Málaga. Del trap también se sale.

Se pasa muy mal en campaña: es como tener de jefe a Michael Scott. Pero estoy seguro de que alguien sufre más que la ciudadanía, y son los candidatos. ¿Os imagináis teniendo que grabar esas abominaciones? ¿Soplar café a las seis de la mañana para subir a un coche y tener todo el día por delante el martirio de grabar una de esas piezas? Qué angustia obedecer a directores con el grado medio de imagen y sonido, incómodos, como los niños ante el fotógrafo de la comunión. ¿Por qué se hacen esto? ¡De verdad que no es necesario! ¡El votante medio no puede ser tan hortera! ¡A nadie le gustan esos vídeos! ¡La democracia no necesita que la defiendan con vergüenza ajena!

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