Opinión | Shikamoo, CONSTRUIR EN POSITIVO

De racismo, fútbol y otras hierbas...

Volvemos a vernos, amigos y amigas. No tengan duda de que es un placer. Una nueva oportunidad de poder interactuar un poquitín con ustedes, que no es poco. Y si, además, en tal ejercicio aprendo y trato de aportar, más que mejor. Un lujo asociado al nuevo día, en el que les propongo algo que me interesa y me preocupa, para ver cuál es el punto de vista de cada uno de ustedes.

Y el tema que hoy les traigo seguramente no les dejará indiferentes, por dos razones. Una, por ser extraordinariamente mediático. Y otra, porque está relacionado con un ámbito que, sin que yo sepa aún muy bien por qué, levanta enormes pasiones: el fútbol. Una actividad que les he confesado más de una vez que me interesa cuando se trata de jugar, en primera persona —en mi caso fundamentalmente en la posición de “medio estorbo”—, pero que se me antoja profundamente aburrida cuando lo que se propone es mirar como otros lo hacen. Más que aburrida, incluso soporífera. Pero lo que decimos siempre... ¡viva la diversidad!, y si a ustedes les gusta, disfrútenlo. Y es que el raro debo de ser yo, vista la gran proporción de la ciudadanía que se apunta a tal plan.

El caso es que, si les gusta ese mundo de lo que un día fue sólo un deporte y hoy es más un espectáculo y una gran industria, estarán enterados ya de los sucesos acaecidos en el estadio de Mestalla —Valencia— que siguen dando importantes coletazos. Se trata de presuntas expresiones racistas por parte de alguien en el público, dirigidas hacia uno de los jugadores en el campo, de raza negra, que consideró oportuno llamar la atención sobre ellos y no limitarse a dejarlos pasar sin más, llegándose a parar el partido. Insultos gravísimos, que retratan a quien se haya comportado de forma tan irrespetuosa con otro ser humano, y que merecen un contundente rechazo por parte de toda la sociedad. Y es que no se puede consentir un ataque de tales características, basado en elementos identitarios de la persona, a cualquier nivel. ¡Basta ya de impunidad!

Criticar, vilipendiar o hacer de menos a alguien por ser negro, blanco, amarillo o a topos, es de una torpeza supina, en el sentido más literal de la palabra. Lo mismo si nos basamos, para el insulto, en la condición de hombre o mujer, o cualquier otra relativa al género. Y así podríamos seguir con un largo etcétera que incluya todos los aspectos propios de una persona, que podrán gustarnos más o menos en privado, pero que nunca pueden ser motivo de burla, escarnio o menoscabo. Chascarrillos por si fulanito es “gay” o “hetero”, que si la otra es madre soltera, o tiene la nariz grande o pequeña o un brazo más corto, que si a Paco le sobran quilos o si a María le faltan... Pues no, nadie puede ser discriminado, ridiculizado o lastimado por ninguno de estos atributos de cada cual, y todo insulto basado en ellos puede llegar a incurrir en algo grave. Porque, no lo olvidemos, muchos de estos epítetos y manidas frases, de esas que se corean con frecuencia en los estadios o en otros foros parecidos, caen dentro de lo tipificado como delito de odio, discriminación, homofobia o racismo en el Código Penal.

Pero ya ni falta haría, en una sociedad un poco más sensata, apelar a la Ley. Porque... ¿a este individuo que grita en qué le afecta el color de la piel de otro? ¿Le perturba? Pues... debería hacérselo mirar. Y si tal fenómeno es de los que creen en mitos y “tontás” ampliamente superadas, como que el tamaño del cerebro de unos es mayor que el de otros, o de que una raza es superior a otra y majaderías parecidas, entonces el que está quedando a la altura del betún es tal interfecto. Porque no es así, y la ciencia ha zanjado la cuestión con contundencia ya hace mucho tiempo. Si uno es negro, o blanco, o rojo o amarillo, o a vetas o lo que ustedes quieran... es todo exactamente igual. No digo ya en capacidades intelectuales y cognitivas, que claro que sí. También en derechos y deberes. Y, sobre todo, en dignidad. Por eso seguir alimentando el desprecio, el odio o la inquina desde tamaños postulados, es sencillamente vergonzoso. Fuera de tono, del tiesto y, si me apuran, de algo mínimamente parecido a lo que debiera entrar dentro del amplio rango de la opinión o el entender de cada cual.

Pero bueno... ya se sabe que en aglomeraciones y mareas humanas como las que se generan en ámbitos tan caldeados, emocionales y poco racionales como son los espectáculos de fútbol actuales, hay de todo. Gentes que, aún allí y en tal tesitura, saben estar, y otras a las que se les viene grande esa situación, como casi cualquier otra en la vida, y que solamente saben generar conflictividad. Un día le llamarán “mono” a uno, otro día “maricón” a uno más, en otro momento usarán el término “gitano” como sinónimo de lo que no es, y así seguirán tratando de instilar odio basado, quién sabe, en frustraciones personales, un buen saco de ignorancia a la espalda y bastante “mala baba”, de esa que algunos descargan sobremanera en tales celebraciones colectivas. Normalmente desde un muy buscado anonimato, en la masa y desde la masa. Pero esta vez, presuntamente, salió mal. Pues... que se aplique la Ley. Y el sentido común. Y la poca dignidad colectiva que, por lo que calculo, aún debe de quedarle a este remedo de sociedad.

Luchemos contra el racismo en el fútbol pero, por favor, también en muchos otros ámbitos de la vida diaria.

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