Opinión | LA PELOTA NO SE MANCHA

Un año después, las mismas heridas en el Deportivo

Mario Soriano controla una pelota ante el Algeciras. // Casteleiro/Roller Agencia

Mario Soriano controla una pelota ante el Algeciras. // Casteleiro/Roller Agencia

Todo cambia, nada se mueve. Todo lo prueba, llega al mismo sitio. Casi un año después, el Deportivose presenta de nuevo a un play off de ascenso con las orejas gachas por no haber cumplido y mirándose unas heridas que son nuevas y a la vez familiares. Profundas. Donde estaba Borja, hoy está Rubén de la Barrera. Donde lideraba Miku, ahora comanda Lucas. Y así... Cromos nuevos que suenan a repetidos para afrontar un trance al que llega con traumas sin cerrar y con la querencia a ilusionarse, pero con el miedo a que esa llama le vuelva a quemar por dentro. El deportivismo, tirita sobre tirita, está listo. Siempre lo está. Tiene una capacidad de asimilación y de saber estar únicos, aunque el tarro de la paciencia esté a rebosar. Su equipo es otra historia. Pocas veces se ha presentado un Dépor con tal aire de provisionalidad, tan químicamente inestable a la fase decisiva de la temporada y con el premio mayor al alcance de su mano. Es el Dépor de Schrödinger. Cuando se abra la caja de estas eliminatorias, se sabrá si está vivo o muerto, si hay equipo de verdad o no para subir. Mientras tanto...

Sin Quiles y con solo dos partidos para De la Barrera, el aire de provisionalidad aumenta. Es el Dépor de Schrödinger

El tercer entrenador del año y el mismo espejismo. Las sonrisas se dibujaban en cada cara de un deportivista al salir del duelo ante el Algeciras. Ver a Trilli o Yeremay era aire fresco, el 4-0 era un atracón que sabía diferente, sentir a Álex y Villares en el campo ofrecía seguridades. Un partido y De la Barrera parecía que le había puesto al proyecto una inyección de adrenalina. Siete días después, la cruda realidad le espetaba a la afición que aquel no era más que el mismo ilusionismo de cada quince días. El partido de Pontevedra, aunque pocos tenían la mente 100 % en él, desdibujó al Dépor. Sus problemas van más allá del banquillo o, al menos, su técnico no ha tenido el tiempo necesario para ejercer de alquimista. Sin pócimas mágicas.

Nunca nadie en toda la historia del Dépor había llegado tan tarde al banquillo como el técnico coruñés

Nunca nadie se ha sentado tan tarde en el banquillo del Dépor como Rubén de la Barrera. Irulegui dispuso de cuatro partidos en la desastrosa temporada 73-74 y Cuqui Bienzobas de tres en la 48-49. Siempre ha existido esa regla no escrita de los ocho encuentros de margen que hace poco tuvieron Pep Martí y Víctor Sánchez del Amo y que, prácticamente, estrenó Helenio Herrera en A Coruña con la salvación histórica de la 52-53. Ninguno tan poco margen como el coruñés. Una apuesta que demuestra la gravedad de la situación y el punto de no retorno al que consideraban que se había llegado con Óscar Cano. El aire se ha limpiado en Riazor, eso es indudable, pero la provisionalidad, imposible que se vaya. Maquillaje, planes concretos de partido y mucha psicología. A poco más puede aspirar el nuevo jefe técnico. No tiene tiempo, pero sí una oportunidad y la posibilidad de reescribir el futuro.

El nivel de respuesta de Yeremay y Trilli ante la oportunidad es diferente. El canario se agarra a la titularidad

La lesión de Quiles añade más humo a esa nebulosa que es ahora mismo el Deportivo. Sin él pierde potencial, sin él no es menos que nadie. Una reconversión, un cambio exprés como pretende De la Barrera siempre es más sencillo con los mejores en el campo y el onubense, fuente inagotable de caudal ofensivo para su equipo, no estará. Su ausencia hace que todos los caminos conduzcan a Lucas. Ya con su llegada dio la impresión de que se echaba a sus hombros una ciudad, un proyecto, ahora aún más. El Dépor se construirá en estos partidos en torno a él y a Mario Soriano. Estará más cerca del ascenso en la medida que sepa crear el hábitat adecuado para que los dos estén sueltos, para que los dos brillen. Con Quiles había dudas del encaje, sin él será el Dépor del play off un equipo que orbite alrededor de ellos. Svensson gana enteros para liberar al coruñés y Yeremay para ofrecerle salida y líneas de pase en profundidad al madrileño. Un guion muy parecido al del partido ante el Algeciras. Todo con una red que le sustente por detrás y en la que serán básicos Álex, Villares, Pablo Martínez y las manos esporádicas de Ian Mackay.

Dos caras de la cantera

Rubén de la Barrera ha apostado por tres jóvenes de la casa en su regreso: Yeremay, Trilli y Mella. El zurdo de Espasande es joven y será una opción de banquillo para estos partidos. El rol protagonista sí que está abierto para los dos campeones de Marbella, aunque lo que han desprendido en estos partidos es muy diferente. El canario, más esforzado que nunca, se ha ganado que confíen en él. Con ese nivel de entrega en las coberturas y siempre con el equipo equilibrado, nadie discute los infinitos recursos que puede ofrecer al equipo en ataque. Una línea de pase, un recorte en seco... Hasta en Pontevedra fue un incordio para los granates y eso que el Dépor no fue tan vertical como una semana antes. El proyecto estaba pensado para que futbolistas como Kuki o Saverio estuviesen por delante, pero la titularidad está ahora en su mano. No habla bien de la configuración de este Deportivo, sí de él.

Las sensaciones que desprende Trilli no van por el mismo camino. Dubitativo, poco ligero, al lateral le pesan los casi 30 partidos que estuvo confinado en el banquillo. Estos dos últimos duelos eran para que diese un paso al frente, le está costando una barbaridad. Rubén de la Barrera, quien debe decidir si lo alinea ante el Castellón, ha utilizado un discurso de doble dirección con la situación que vive. Hay que apostar por Trilli, pero él también debe demostrar que está para agarrar esta oportunidad. La duda se mantiene en el aire, como con casi todo en este Deportivo.

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