Opinión

Cambios

El panorama político nacional, tras las elecciones celebradas este pasado veintiocho de mayo, nos deja una ola de deseo de cambio generalizado de norte a sur y de este a oeste.

Y los cambios, al margen de ideologías políticas de toda índole, suelen ser justos, buenos y, en según qué momento, precisos.

Oleadas de aire fresco que generan en la sociedad nuevas expectativas, algo absolutamente imprescindible para alimentar las ilusiones de todo tipo.

Después ya se verá si estas eran fundadas o infundadas, si salieron rana o si finalmente se convirtieron en príncipe.

Difícil es cumplir y satisfacer las expectativas de toda una sociedad, pero lo que está bastante claro es que cuando la democracia habla en las urnas, hay que escucharla.

Yo no sé si el cambio que nos aguarda será a mejor o a peor, pero sí sé que es tan necesario como el agua para esta sociedad pospandémica que no acaba de recuperar el pulso de la vida normal.

Ojalá los presentes y futuros dirigentes sepan acertar con sus pactos —de necesitarlos—, y que ayuden a mejorar el engranaje de una España que, a pesar del paso de los años, continúa dividida en dos grandes bandos.

Confío en que este país abotargado y plagado de políticos corruptos de todos los colores, pueda ser reconstituido y, tal vez, brillar como lo hizo en sus mejores tiempos.

Espero que las mejores ideas de un bando sean adquiridas por el otro y al revés, para así poder remar todos juntos hacia una sociedad en la que a nadie le falte de nada y en la que todo el mundo disponga de las mismas oportunidades.

Me aterra ver cómo los jóvenes, día a día, pierden la esperanza por un futuro en esta península y miran con admiración lo que sucede en otros países cargados de oportunidades para ellos.

Ojalá los que vengan sepan hacer su trabajo sin trampa ni cartón y sin acabar de aniquilar los ánimos de un electorado que, de no ser así, acabará aniquilándolos a ellos tarde o temprano. Porque para eso y solo para eso, sirve una democracia.

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