la pelota no se mancha

De Arsenio a De la Barrera

Rubén de la Barrera, en un entrenamiento. |  // CARLOS PARDELLAS

Rubén de la Barrera, en un entrenamiento. | // CARLOS PARDELLAS / M. Otero

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Más que ganar, que también lo hizo, lo más recordado y alabado en la despedida de Arsenio fue su actitud ante la victoria y la derrota. Huir de los focos cuando alumbran y ser honesto sin relamerse cuando las bofetadas vienen con fuerza y te dejan temblando. Todo desde la ambición, nunca desde el conformismo. Para el recuerdo queda su rueda de prensa tras el penalti de Djukic, que es una lección de vida. Palabra por palabra enseña, descubre. Más que fútbol. Letra a letra, es oro de 24 quilates.

A su manera y desde la evidente distancia que hay entre sus dos figuras, De la Barrera ha dado sus propias y pequeñas lecciones en los últimos meses. Se mostró impasible en el funeral de Riazor del pasado 11 de junio. Seguro que el cuerpo, por momentos, le pedía liberarse. No lo hizo. Saber ganar es también no regodearse en el dolor ajeno, aunque hubiese cuentas pendientes. Es probable que en esa contención estuviese empezando volver a Riazor. Primer mensaje. El segundo llegó el viernes. Llama la atención el paso al frente que ha dado cuando comunica.

Se enredaba antes a veces en tecnicismos, que le generaban algún meme encajado con deportividad. Hace días dio un clínic. De cómo regatear al fatalismo, de cómo despegarse del estoicismo mal entendido, de cómo levantarse siempre, siempre. “No voy de optimista, soy optimista”, “todo lo que parece que puede ir mal, va a salir bien”, “¿qué pasaría si vuelve a salir cruz? Levantarse y seguir mirando al frente”. Aún resuenan...

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