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Padres, hijos y el terrorífico Julio
“Vosotros: ¿cómo os organizáis?”. Esta es la pregunta más repetida que se escucha estos días en las fiestas de final de curso, de cenas de extraescolares, de preverano... donde participan padres y madres de hijos que aún no tienen edad para independizarse. Empieza un mes y medio (al menos para aquellos que intentaremos hacer vacaciones en agosto) donde el ingenio familiar y la capacidad de no enloquecer se pone al límite.
Han acabado las clases tardías y vespertinas de dibujo, idiomas, música, danza, deportes de todo tipo y actividades mil que inundan las agendas y destrozan los bolsillos de las familias españolas de septiembre a junio. Ahora, hoy mismo, primer día sin colegios, entramos en la etapa de las colonias de verano, de los campus deportivos específicos donde solo faltan las clases de curling, del encuentro con la naturaleza a buscar mariposas y marmotas, de las aventuras marítimas en el mar para aprender a izar velas o remar... Y rezar para que no se pongan enfermos o se rompan un hueso. Todo un cúmulo de planes y proyectos sin parangón que, si son en inglés o en algún idioma exótico incluso mejor. Julio es la temporada donde los propietarios de las academias de idiomas más imaginativas se hacen de oro. Un día vi las tarifas de una de ellas. Solo faltaba decir que el proyecto educativo o summer camp estaba financiado por Goldman Sachs, el banco de inversión americano que, como ya hemos repetido mil veces, controla el devenir económico del FC Barcelona.
Aquellos cuyos bolsillos se lo pueden permitir o tienen familiares en el extranjero aprovechan para embarcar a sus hijos hacia destinos foráneos. Quince o más días internos a aprender idiomas en otro país. En el pasado, recuerdo a mis compañeros de colegio —entonces eran media docena— que regresaban en septiembre alardeando de su estancia en Irlanda o algún poblado inglés donde aprendían a decir aquello de “my taylor is rich and my mother is in the kitchen”, que popularizó en 1987 una canción el grupo musical Los Toreros Muertos. En inglés siempre sacaban luego las mejores notas. Más de uno ha prosperado en el sector turístico en la Costa Brava. Otros, en la antigüedad, tampoco nos podíamos quejar. Las troupes formada por madres y niños de la Girona interior, Barcelona y aledaños, nos instalábamos en la costa mientras los padres se quedaban de Rodríguez trabajando. En tiempos pretéritos, quienes no podíamos hacer las irlandas o las francias, aprendimos idiomas e incluso empezamos a hablar castellano conociendo a niñas/niños de otros lares que también se instalaban en las zonas de veraneo.
Si conciliar durante el curso escolar vida familiar y trabajo ya es difícil y exige confianza y flexibilidad por todas partes, en julio las alarmas se disparan. Un mes donde la imaginación para organizarse adquiere poderes especiales y la capacidad de nuestra sociedad del bienestar puede adquirir todo tipo de facetas. Tan terrorífico puede ser julio para las familias españolas que aún, para rematarlo, sólo faltaba una campaña electoral.
Martí Saballs Pons es el director de Información económica de Prensa Ibérica
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