La Opinión de A Coruña

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¡Cómo está la vida!

Suele decirse que todo lo que sube baja, pero cuán fallida puede resultar una frase cuando se aplica a la vida. Y ni qué decir a los precios. Vivimos instalados en una escalada desde hace más de un año. El encarecimiento de vida alcanza ya unos niveles prácticamente insoportables. Empezamos con la energía, seguimos con la cesta de la compra y acabamos —es un decir— con la hipoteca. Los precios de determinados productos se han disparado de tal manera que echarle aceite de oliva a la tostada o gasolina al coche parece un lujo. Gestos cotidianos se han convertido en hazaña. Ir a la compra y mantener ciertos hábitos alimenticios constituyen ya un atrevimiento por parte del consumidor.

Las espaldas de los ciudadanos son cada vez más anchas. Sobre ellas cargamos la pesada mochila de la responsabilidad de crisis, guerras y pandemias. Somos el sostén de un sistema económico mal diseñado, injusto y terriblemente cruel; el puchimbol de las malditas coyunturas. Los que sufrimos las consecuencias negativas de situaciones maltrechas y los que vemos pasar de largo la bonanza cuando las aguas vuelven a su cauce.

Cuando comenzó a circular el euro por España, allá por el año 2002, nuestro país practicó el famoso redondeo. De 100 pesetas —la moneda que entonces manejábamos los españoles y que hoy los más jóvenes no saben ni de qué hablo— saltamos al euro. El pan, el café, hasta los todo a cien, cambiaron de precio sustancialmente y adivinen cuál fue la tendencia.

Más de lo mismo vivimos con la burbuja inmobiliaria. El precio de los pisos de disparó y, aunque bajó cuando explotó en 2008, no lo hizo con la misma fuerza con la que había escalado la montaña de los créditos.

Ahora, la guerra de Ucrania, las malas cosechas consecuencia del cambio climático y tantas cosas más, han provocado que, de nuevo, tengamos que ir al supermercado con la calculadora. Nos obligan, de nuevo, a comprar lo mismo con menos y lo peor es que no parece que cuando se den por finalizadas todas esas vicisitudes mundiales recuperemos la normalidad en el monedero.

La cuesta de septiembre tiene ya más entidad que la de enero, sobre todo en los hogares donde hay niños. El material escolar y los libros son artículos de lujo para padres y madres, que deben hacer un auténtico esfuerzo para afrontar el inicio de curso.

La ilusión de ver a sus hijos volver a clase, de oler a nuevo y de retomar la rutina se mezcla con el miedo a mirar la cuenta bancaria y sacar cuentas para llegar con la cabeza alta a final de año. Curiosamente sí hay algo que no cambia, año tras año y crisis tras crisis: la importancia de saber matemáticas.

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